viernes, 25 de marzo de 2011

PENSAMIENTO Y OBRA DEL REV.P. JOAQUÍN SÁENZ Y ARRIAGA SJ [4]



DIRECTOR DE LAS CONGREGACIONES MARIANAS


Característica peculiar de la Compañía de Jesús es el sorpresivo traslado de ciudad y la mudanza de labores encomendadas a sus miembros. Al padre Sáenz Arriaga, que tan eficazmente había desempeñado su trabajo cerca de los estudiantes de Guadalajara, lo enviaron a dar clases de español en el Spring Hill College, de El Paso, Texas, y en Mobile Co. de Alabama, provincia eclesiástica de Nueva Orléans. En los Estados Unidos se pasó el año de 1936 y, en 1937, lo mandaron a la casa de ejercicios de Santa María de Guadalupe, en Chihuahua. Con él estaba el padre Guillermo Terrazas, también S. J. y ambos se dedicaron a organizar ejercicios espirituales, no sólo en la capital del Estado, sino en otras ciudades norteñas.
Estudioso de los sistemas sociopolíticos en relación a la doctrina social de la Iglesia, publicó en la revista Christus, editado por la Compañía de Jesús, extenso artículo intitulado Sociología. El comunismo, he allí el verdadero enemigo, en el que, además de exponer las tesis conocidas de Pío XI y Pío XII, dejó constancia de su propio pensamiento, coincidente con el de sus hermanos de religión. Recuérdense las concurridas conferencias sustentadas en aquellos años por el padre Eduardo Iglesias, en el templo de San Francisco, de la ciudad de México.
En 1938 el padre Sáenz marchó a Torreón, Coah., destinado a la Casa de la Santísima Virgen del Monte Carmelo. Ahí tuvo a su cargo las Congregaciones Marianas, la de san Ignacio para varones, y la de San Luis Gonzaga para menores. En razón de este trabajo se dedicaba al catecismo y a cuestiones relacionadas con la parroquia del Carmen.
La política internacional, precursora de la segunda guerra, en la que se iban delineando los campos rivales, llevó al gobierno cardenista a un paulatino disimulo en sus excesos socialistas y, por ende, a una mayor tolerancia con la Iglesia Católica, situación de la que supo aprovecharse el perspicaz jesuita para reforzar la obra de proselitismo religioso que la Sociedad de Jesús, más que ninguna otra orden, realizaba. Con clara visión del mundo contemporáneo, el padre Sáenz auspició la idea de realizar un nuevo congreso nacional de las Congregaciones Marianas de varones —sólo existían dos antecedentes en México, el de 1913 del que surgió la ACJM, y el de 1919—. Este congreso se celebró en la iglesia del Carmen y marcó una nueva etapa en la vida de esta institución, a nivel nacional.
Al año siguiente, en mayo de 1939, la Congregación le Señoritas, establecida en el templo de San Felipe Neri, de la Perla Tapatía, convocó al Primer Congreso Nacional de Congregaciones Femeninas.

"En ambos congresos se aprobó, por unánime y desbordante aclamación, el establecimiento de la Confederación Nacional de las Congregaciones Marianas... Tan hermoso; importante proyecto fue acogido con paternal benevolencia y bendecido y aprobado, así por el Venerable Episcopado, como por los Superiores jesuitas." (1)
"El Comité Organizador, encabezado entonces por el R. P. Manuel Cordero. . . lanzó las bases que habían de servir para la organización, para la vida de la Confederación Nacional de las Congregaciones Marianas de la República." (2)

En estas múltiples labores, a las que añadía fructíferas misiones por el norte del país, transcurrió el tiempo. A mediados de 1939 regresó a la ciudad de México. Se instaló en la llamada Casa del Sagrado Corazón de Jesús, calle Rivera de San Cosme número 5, residencia de los jesuitas. Preparado como estaba para desempeñar trabajos importantes en la Sociedad de Jesús, fue puesto al frente del Secretariado Nacional de las Congregaciones Marianas y dio impulso definitivo al establecimiento de la Confederación proyectada en los congresos marianos de Torreón y de Guadalajara. Creó y dirigió como órgano periodístico de esta agrupación, la revista Sodálitas (3) en la que publicó una serie de artículos "en los que trataba algunos temas importantes, encaminados a la formación de la juventud, y principalmente aquéllos que se relacionan con el más grave y trascendental problema de los jóvenes, de ellas y ellos, la elección de estado." (4)
El estudioso jesuita comprendía y sabía estimular a los jóvenes, quienes no le escatimaban su aprecio y su respeto. Fruto de su trato frecuente con la juventud católica de México fueron los artículos cuyos títulos dan idea de la sensatez de su pensamiento: "La formación del carácter", "La fuerza de la voluntad", "La vida sobrenatural de las Congregaciones Marianas", "Las normas morales que deben regular el trabajo y las relaciones de los jóvenes de ambos sexos", "Amor que se cotiza, amor que se vende". "El noviazgo, tiempo de preparación", etcétera, etcétera.
Estos artículos, escritos para lectores ubicados dentro de la influencia jesuítica de la época, resultaron lo suficiente importantes para no dejarlos perder en las páginas de una revista forzosamente perecedera y, a sugerencia de sus superiores, el autor integró con ellos un libro al que intituló: Nuestros jóvenes, ellos y ellas, publicado por "Buena Prensa", editorial de la Compañía, en 1945.
Los jesuitas eran, en aquellos años, los principales guías de la juventud católica mexicana. Las agrupaciones juveniles estaban en sus manos: estudiantes, empleados, adolescentes. Cada asociación desarrollaba labores concretas, dentro del primitivo espíritu de la Acción Católica estructurada por Pío XI, según su propia definición: "La participación del laicado en el aposto-lado jerárquico de la Iglesia", es la recristianización de la persona humana, de la familia, de la sociedad y de la nación. Esta es la paz de Cristo en el reino de Cristo.
Era director pontificio de la Acción Católica Mexicana, el Excmo. Señor Ignacio Márquez, arzobispo coadjutor de Puebla y, posteriormente, titular.
Presidía la Junta Central de la ACM el licenciado Mariano Alcocer, hombre de sólida cultura religiosa y social.
Siendo el padre Joaquín Sáenz Arriaga, S. J., director de la Confederación Nacional de las Congregaciones Marianas de la República Mexicana, éstas, dentro del territorio de la provincia de México, solicitaron ser incorporadas a la ACM. Firmaron la solicitud, el día 14 de agosto de agosto de 1940, el notario Luis G. Ortiz y Córdova, secretario de la Confederación de las CC. MM. de varones, Luz Formento, secretaria de las CC. MM. femeninas y los respectivos tesoreros.
El 27 de agosto envió su respuesta afirmativa el licenciado Mariano Alcocer al padre director de la Confederación Nacional de las Congregaciones Marianas.
La Sociedad de Jesús cumplía cuatro siglos de existencia; cuatro siglos en los que la historia universal le debía no pocas y saludables interferencias. En sus inicios había sido ejército poderoso y disciplinado que se enfrentó a la Reforma protestante, y si no la dominó, por lo menos evitó que se apoderarse de importantes reductos católicos. (5)
Para celebrar en México el cuarto centenario del reconocimiento pontificio de la orden ignaciana, la Confederación Nacional de las Congregaciones Marianas, encabezada, como queda dicho, por el R. P. Joaquín Sáenz Arriaga, S. J., lanzó el proyecto de realizar un magno Congreso Nacional de las Congregaciones Marianas de la República Mexicana.
Aprobada esta iniciativa, el R. P. José María Altamirano y Bulnes, S. J., recibió el encargo de presidir el comité organizador de dicho evento, que quedó programado para la semana del 20 al 27 de abril de 1941.
Este congreso se reunía "en los momentos en que sucede en el mundo una de las más angustiosas crisis por las cuales ha pasado la humanidad —apuntó en su discurso la joven e inteligente congregante Josefina Muriel—; una de las más graves por la enorme trascendencia que sus implicaciones contienen y grave también porque sus convulsiones han adquirido proporciones universales."
Resulta consolador y a la vez alentador que, en medio de tal crisis en la que los valores humanos quedaban subordinados a los intereses materiales, un grupo representativo de cien mil congregantes marianas se entregase a la oración, al planteamiento del servicio al prójimo, a la predicación de la paz, del amor y de la fe única y verdadera.
Participaron los más preclaros talentos de la Compañía y laicos de insospechada ortodoxia católica, entre otros el ingeniero Antonio Santa Cruz.
Con una sesión solemne, celebrada en el frontón México, lleno de bote en bote, se dio fin a esta memorable asamblea. Hablaron Alfonso Junco, Manuel Herrera y Lasso; el presbítero Gabriel Méndez Plancarte, célebre literato, declamó un poema dedicado a Nuestro caudillo:

"Ignacio de Loyola, Capitán esforzado de la invencible Compañía que
lleva el dulce nombre —nombre dulce y terrible— de ¡Jesús como insignia!"

La Comisión Directora del Congreso estuvo integrada por Francisco Robinson Bours, S. J., provincial de la Sociedad de Jesús en México; José María Altamirano y Bulnes, S. J., presidente de la Comisión; Joaquín Sáenz Arriaga, S. J. director de la Confederación Nacional de las CC. MM.; Eduardo Iglesias, S. J. y José Antonio Romero, S. J. Grupo humano coherente y valioso del que fue, el padre Sáenz, el dínamo que produjo la energía para hacer caminar este exitoso congreso nacional.
Año tras año, en tiempos de cuaresma, solían enviar al celoso sacerdote a los lugares más necesitados de espiritualidad. Sabida era la fama que gozaban los jesuitas como educadores y como predicadores, ya que ambas cosas son la misma en la enseñanza del catecismo, guía seguro para llegar al cielo.
La espiritualidad del padre Sáenz se manifestaba en su encendida predicación, en sus tiernos consejos a los penitentes, en sus diáfanas explicaciones sobre la intrincada Teología.
En febrero de 1940 y en marzo de 1941 llegó al puerto de Tampico, y en la catedral participó en las series de ejercicios  espirituales  ofrecidas a la población. Su naciente celebridad atraía principalmente a los jóvenes. Los niños, una vez que le conocían, revoloteaban a su rededor como palomas obedientes a su llamado. Cientos de criaturas acudían a escuchar al bondadoso padre que hacía llegar, a sus corazones, mensajes indescifrables de bondad. Entre aquellos centenares de niños y niñas se encontraba una chiquilla de escasos once años de edad, dotada de talento nada común, de gran receptividad y profunda vocación religiosa que su innata inspiración traducía en místicos poemas. Esta niña, que habría de destacar desde su temprana madurez en el mundo de las letras castellanas, sintióse sobrecogida de admiración y, en su libreta escolar, escribió unos versos dedicados "con gratitud y respeto al padre Sáenz". Su belleza conceptual, sus metáforas vigorosas, su ritmo y su delicadeza no sólo descubren el dominio del verbo en esta precoz poetisa, sino que revelan cuan hondo caló en ella, y supuestamente en todos los niños, la franciscana predicación del padre Sáenz:

Pasas por el jardín de nuestra vida
como un arroyo que al regar las flores
esmalta sus pétalos de mil colores. . .

En ti van a beber los ruiseñores
que cansados prosiguen su camino,
y esperan en tus aguas cristalinas
recobrar las fuerzas que han perdido. . .

Eres cual el brillante sol de primavera
que derrama su luz en la pradera
y ayuda así a fecundar la tierra,
y eres en la tormenta de las almas
el arco iris que la nube ahuyenta
y nos anuncia el fin de la tormenta.

Y haciendo tanto bien en nuestras almas
tú no esperas ninguna recompensa,
mas Dios te premiará en su gloria inmensa.

29 de febrero de 1940

Al año siguiente, a la vuelta del padre, repitió aquella niña sus ejercicios espirituales y, en esta ocasión, no una sino dos poesías dedicó al sacerdote que le inspiraba "una gran confianza para hablarle de (sus) experiencias y deseos interiores..." "Él me iluminó en muchos aspectos y me afirmó en determinaciones fundamentales que influyeron en toda mi vida posterior", recuerda Gloria Riestra a continuación de las copias que de sus extraordinarias poesías me envió; poesías y conceptos, vale recalcarlo, elaborados por una pequeñita de 11 años. El testimonio de esta gran mujer es uno de los muchos que podría citar a lo largo de la existencia del hombre que, frente a la adversidad, frente al desprecio de sus propios hermanos en la fe, al igual que en medio de bonanzas en su celebridad, permaneció fiel a su vocación sacerdotal.
La imagen adusta del padre a pocos engañaba; tras su gesto austero se descubría su innata bondad, su permanente deseo de agradar. Los niños lo querían, los jóvenes sentíanse comprendidos por él, los adultos le respetaban y confiaban en su autenticidad humana, en su dignidad sacerdotal.
Para conmemorar el cuarto centenario de su fundación, la ciudad de Mérida se aprestaba a celebrar el Primer Congrego Eucarístico Arquidiocesano, convocado por Su Excelencia, doctor Martín Tritschler Córdoba, arzobispo de Yucatán, los días 25 al 30 de noviembre de 1942.
Al señor Arzobispo no le alcanzó la vida para ver realizado su piadoso proyecto, pues Dios lo llamó a la eternidad diez días antes de la inauguración del Congreso, que se realizó conforme a los planes por él programados.
Entre los encumbrados monseñores que asistieron se encontraban los padres Joaquín Sáenz y Julio Vértiz. El director de la Confederación de las Congregaciones Marianas escribió en Sodálitas, número correspondiente a enero de 1943:
"Una circunstancia especialísima vino a hacer todavía más inolvidable mi estancia en Mérida: la inesperada y sentidísima muerte del Exmo. y  Rvmo. Sr. Arzobispo Dr. D. Martín Tritschler y Córdova. Describir aquí aquella imponente, grandiosa y espontánea manifestación de duelo, sería del todo imposible. Yo no he visto cosa semejante en ninguna parte. Todos los espectáculos públicos se suprimieron el día de la muerte del Señor, el comercio cerró sus puertas, todas las casas ostentaban en sus puertas la señal de duelo, y el pueblo en masa, durante cuatro días, estuvo rindiendo sus tributos de aprecio, de gratitud, de cariño filial y de dolor profundo al Padre y Pastor, que durante cuarenta y dos años gobernó la Arquidiócesis yucateca."
Eran tiempos de respeto y veneración hacia los guías espirituales —que no políticos— de nuestro pueblo.
Al llegar la cuaresma de 1943, el Padre ocupóse, como en años anteriores, de impartir Ejercicios Espirituales  y visitar las Congregaciones Marianas del interior. Estuvo en Huiramba, Michoacán; y, de regreso a México, pasó por la ciudad de Morelia, donde vivía su tío y homónimo, deán de la Catedral quien, por sus virtudes, monseñor Luis María Martínez, arzobispo de México, había escogido como su confesor.
Joaquín llegó aquella noche a Morelia y visitó a su tío. Monseñor Sáenz Arciga le hizo ver lo inconveniente y dificultoso de partir a las diez de la noche a México, pero el sobrino se empecinó: tenía urgencia de presentarse a primera hora, y en compañía de dos muchachos regiomontanos, alquiló un auto de sitio. A las 11 p.m. emprendieron el viaje difícil y expuesto por lo muy accidentado de la carretera. Al llegar al paraje conocido como Mil Cumbres, en el que una curva pronunciada desemboca en otra más aguda, el conductor perdió el dominio del auto y cayeron en una hondonada. Milagrosamente salieron ilesos los compañeros del padre y el chofer, no así don Joaquín que sufrió golpes y cortadas, algunas en la cabeza que al sangrar dábanle aspecto impresionante. A las 4 de la madrugada estaban todos de regreso en Morelia. El padre fue internado en el Hospital General. Su urgencia se le convirtió en retraso para integrarse a una nueva responsabilidad. Su visita a México la hizo, días después, en compañía de un jesuita y una dama apellidada De la Torre, que se prestó voluntariamente a cuidarlo.
El domingo 9 de mayo se conmemoró el Día Mundial de las Congregaciones Marianas. En el antiguo templo de San Francisco, que ocupaban los padres ignacianos, se celebró una misa solemne. Sáenz Arriaga, aunque maltrecho y adolorido, reapareció en esta ceremonia para dar la bendición con el Santísimo.
Algún run run anclaría ya en los mentideros de la Orden pues don Joaquín recibió ese día un telegrama, suscrito por numerosas corporaciones religiosas de Guadalajara, brindándole su adhesión al "digno cargo" que ocupaba en las Congregaciones Marianas.
Don Joaquín era hombre de ideas firmes, pero a la vez asequible a sujetos de distinto modo de pensar aun en cuestiones de fe, lo cual explica las buenas relaciones que cultivó con personas de alta significación política. Con su paisano Lázaro Cárdenas, situado en las antípodas de su pensamiento, supo hacerse apreciar, en justa reciprocidad al respeto que él mostró a su alta investidura presidencial.
Aunque don Lázaro no gozaba de generales simpatías, es un hecho que entre los michoacanos alcanzó franca y leal estimación, sin que sus coterráneos se sintiesen, por ello, cohibidos para hacerle cuantas reclamaciones y observaciones juzgaban necesarias.
El padre también llevó cordiales relaciones con el general Manuel Ávila Camacho, durante el tiempo que ocupó la presidencia de México, y más aún con su discreta y fina esposa, doña Soledad Orozco de Ávila Camacho. El siguiente episodio recoge el grado de confianza que gozaba don Joaquín con la familia del Presidente.
A las 10 de la mañana del día 10 de abril de 1944, a los acordes de la Marcha de Honor descendía el general Ávila Camacho de su automóvil en el patio del Palacio Nacional. Al acercarse al elevador que lo llevaría a su despacho, el teniente del Ejército, Antonio de la Lama Rojas, se cuadró frente al Primer Magistrado y, acto continuo, sacó su pistola y le disparó un tiro, que rozó la epidermis de don Manuel. El teniente fue desarmado y hecho prisionero. Lo llevaron al cuartel del 6" Regimiento de Caballería y, dizque al querer huir, uno de sus custodios lo hirió de un balazo. Fue conducido al Hospital Militar y, al cabo de dos días, murió, no sin antes ser asistido espiritualmente por el padre Sáenz Arriaga.
Para ayudar a las muchachas estudiantes, además de la JCFM se creó la Unión Femenina de Estudiantes Católicas, a iniciativa del padre José Mier y Terán, S. J., quien asumió la total responsabilidad de esta naciente asociación.
Inauguró los trabajos el día 12 de octubre de 1935. En la asamblea constitutiva resultó electa primera presidenta la joven María de los Ángeles Cosío. Sucediéronla en el cargo, posteriormente, María Angelina Servín de la Mora, Delfina Esmeralda López Sarralangue, Emma Verduzco Velarde y, la última, Carmen Aguayo.
Para un buen observador no pasará inadvertida la preocupación de la Compañía por dirigir a la juventud que habría de ser fermento de la sociedad futura. La aparente repetición de instituciones afines se explica por la divergencia de los medios sociales y económicos de sus miembros.
Mier y Terán murió el 30 de diciembre de 1942. Su obra había alcanzado sólido crecimiento y, para sucederle en tan delicada dirección espiritual y material, la Sociedad de Jesús designó al R. P. Joaquín Sáenz Arriaga quien atendía a la vez, como hemos visto, el Secretariado Nacional de las Congregaciones Marianas. El padre estaba en permanente comunicación con todos los grupos de esta sociedad, almacigo de vocaciones y excelente escuela de vida religiosa para laicos creada por la Compañía de Jesús. Su prolongada permanencia en este cargo da la medida de su capacidad y su dedicación, virtudes que fueron aprovechadas para extender su fecunda actividad, durante cinco años, es decir, desde la muerte del padre Mier y Terán, al frente de la UFEC. En 1947 fue relevado por el padre David Mayagoitia, S. J., cuyo pensamiento social discrepaba sustancialmente del suyo.
Nunca dejó ociosa su pluma y, en aquel tiempo dio a las prensas su obra intitulada Donde está Pedro, está la Iglesia, (6) que demuestra su fidelidad al Papado, piedra clave de la Iglesia romana. Este libro resulta un mentís anticipado a las calumnias de aquellos a quienes interesaba confundir la institución con la persona para acusarlo de herejía.
Es preciso subrayar cómo, a partir de 1944 hasta 1952, van siendo sustituidos los antiguos jesuitas, de formación teológica sólida, preparados y competentes directores de la juventud, por nuevos elementos precursores del desastre progresista en el que caería este instituto religioso que tanto bien hizo a las almas y que ahora parece empeñado, no sólo en negar su brillante pretérito, sino en destruir lo que sus inmediatos predecesores hicieron en bien de la religión y de la patria.
Acababa de terminar la guerra mundial y, en 1946, se realizó en España un congreso de las Congregaciones Marianas, al que asistió el carismático jesuita que estaba al frente de dicha institución en México. Algunos congresistas hicieron una excursión al Escorial y luego al Valle de los Caídos. Las obras de la basílica estaban en sus inicios, más avanzadas las de la Hospedería y Centro de Estudios. El proyecto general del monumento evidenciaba su grandiosidad. No faltó algún compatriota impregnado del espíritu utilitario y laico de las generaciones educadas en "el concepto racional y exacto del Universo", que externase esta opinión:
—Parece mentira que se haya gastado tanto dinero para hacer este monumento, que estaría bien en otros tiempos, pero no después de una guerra.
El padre Sáenz se volvió al que hacía tal comentario y le replicó:
—Para entender esta paradoja se necesita ser católico y español.
Esta grandiosa basílica, coronada con una cruz colosal, no sería la tumba del soldado desconocido, sino justo tributo a la memoria de quienes, en defensa de Dios y de la patria, hicieron desinteresada entrega del mayor y más rico patrimonio del hombre: la vida.
El activo jesuita dirigió el Secretariado y la Confederación Nacional de las Congregaciones Marianas desde el año 1939 al de 1947.
Antonio Rius Facius
EXCOMULGADO
Trayectoria y pensamiento del P. Sáenz y Arriaga

NOTAS
1) Álbum del Magno Congreso de las Congregaciones Marianas de la República Mexicana celebrado en la ciudad de México del 20 al 27 de abril le 1941.
2) Discurso: "Confederación Nacional de la CC. MM. de México", por el R. P. Joaquín Sáenz Arriaga, S. J. Pág. 124 del Álbum.
3) El primer número de Sodálitas apareció en octubre de 1939. Sin interrupción se publicó durante poco más de cuatro años. Además de los editoriales dedicados a los jóvenes de ambos sexos, el prolífero periodista jesuita escribió, en los años 1942, 1943, dos series de no por sencillos menos profundos, estudios mariológicos. Abundan, también, sus notas bibliográficas, sección en la que colaboraron los eruditos Alberto Valenzuela, S. J., José Antonio Romero S.J., Pbro. García Gutiérrez, etcétera.
4) Sáenz Arriaga, S. J., Dr. Joaquín. Nuestros jóvenes, ellos y ellos. Su formación y sus problemas. Editorial Buena Prensa, México, D. F., 1945.
5) La Compañía de Jesús, como fue nombrada originalmente, surgió en la mente del vascuense Yñigo López de Recalde Oñaz y Loyola en 1522; adquirió forma en 1534. Cinco años empleó en organizaría. El papa Paulo III le otorgó su reconocimiento el 27 de septiembre de 1540 y, al cabo de una década, el 21 de julio de 1550, la confirmó solemnemente el pontífice Julio III.
En el proceso de organización, su fundador transmutó su nombre ampuloso en Ignacio de Loyola. Éste murió en Roma, a los 65 años de edad, en 1556. Fue beatificado en 1609 y canonizado en 1622.
6) Sáenz Arriaga, S. J., Dr. Joaquín. Donde está Pedro está la Iglesia.

Fuente: Fundación San Vicente Ferrer

miércoles, 23 de marzo de 2011

LEA Y BAJE EL LIBRO DE LA SEMANA


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Felix Sardà i Salvany

Nota editorial

Pocos libros se han escrito de un siglo a esta parte que tanta popularidad hayan alcanzado como El LIBERALISMO ES PECADO, cuya nueva edición tiene el lector entre manos. La primera apareció a fines del año 1884.
Hubo traducciones en catalán, en vascuence, y en los principales idiomas europeos.

Edición limitada. Por suscripción nacional se imprimió una edición políglota, en ocho lenguas, incluida la latina y la castellana. Todas las versiones, salvo la catalana, fueron hechas por Padres de la Compañía de Jesús.

Que no se trató de un fuego de virutas lo demuestra el hecho de que siguen en venta las ediciones francesa e italiana, que se ha agotado una edición madrileña posterior a la guerra civil española y que acaba de aparecer otra, aunque de la obra extractada, en la República Argentina.
La obra manuscrita fue previamente sometida a la censura de esclarecidas personalidades y a la del célebre P. Valentín Casajuana, de la Compañía de Jesús, Profesor en Roma. Una vez publicada valió a su Autor las aprobaciones más altas y expresas de la Iglesia y los encomios más preciados de sus Jerarcas. La Sagrada Romana Congregación del Índice sometió El LIBERALISMO ES PECADO a los más diligentes exámenes y dio un fallo sumamente laudatorio, a la vez que desautorizaba el folleto del Canónigo vicense D. de Pazos que quería ser una refutación de la obra de Sardá. El Papa León XIII en persona quiso formar un juicio del libro y lo leyó en la versión italiana que para Su Santidad se imprimió. Lo dio también a leer a su hermano, el Cardenal Pecci y ambos formaron de él el más favorable concepto. Los Prelados del Ecuador hicieron suya la doctrina de la obra en Pastoral colectiva que figura en varias de sus ediciones.

APROBACIONES

 Son varias las que ha merecido este libro desde su aparición hasta el fallo de la Sagrada Congregación del Índice, y es nuestro deber consignarlas aquí:
Del Excmo. e Iltmo Sr. Obispo de Barcelona, las obtuvo respectivamente para las ediciones castellana y catalana.
Del Excmo. e Iltmo. Sr. Obispo de Urgel, antes y después de un concienzudo informe de tres teólogos de aquel ilustre Cabildo.
Del Iltmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de Osma.
Del Iltmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de Tuy
Del Iltmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de Mallorca.
Del Iltmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de Tarazona.
Del Iltmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de Montevideo.

Últimamente, después de repetida denuncia de católicos liberales a la Sagrada Romana Congregación del Índice, ha fallado este elevadísimo tribunal en la forma siguiente: "De la Secretaría de la Sagrada Congregación del Índice, día 10 de Enero de 1887.

Excelentísimo Señor:

La Sagrada Congregación del Indice recibió denuncia del opúsculo titulado El Liberalismo es pecado, su autor D. Felix Sardá y Salvany, sacerdote de está tu diócesis: la cual denuncia se repitió juntamente con otro opúsculo titulado El Proceso del integrismo, esto es, Refutación de los errores contenidos en el Opúsculo "El Liberalismo es pecado"; autor de este segundo opúsculo es D. de Pazos, canónigo de la diócesis de Vich. Por lo cual dicha Congregación aquilató con maduro examen uno y otro opúsculo con las observaciones hechas; mas en el primero nada halló contra la sana doctrina, antes su autor don Felix Sardá y Salvany merece alabanza, porque con argumentos sólidos, clara y ordenadamente expuestos, propone y defiende la sana doctrina en la materia que trata, sin ofensa de ninguna persona
Pero no se formó el mismo juicio acerca del otro opúsculo publicado por D. de Pazos, porque necesita corrección en alguna cosa, Y además no puede aprobarse el modo injurioso de hablar de que el autor usa, más contra la persona del Sr. Sardá que contra los errores que se suponen en el opúsculo de este escritor.
De aquí que la Sagrada Congregación ha mandado que D. de Pazos sea amonestado por su propio Ordinario, para que retire cuanto sea posible los ejemplares de su dicho opúsculo; y en adelante, si se promueve alguna discusión sobre las controversias que pueden originarse, absténgase de cualesquiera palabras injuriosas contra las personas, según la verdadera caridad de Cristo: con más motivo cuando nuestro Santísimo Padre León XIII, a la vez que recomienda mucho que se deshagan los errores, pero no quiere ni aprueba las injurias hechas, principalmente a personas sobresalientes en doctrina y piedad.
Al comunicarte esto de orden de la Sagrada Congregación del Índice, a fin de que puedas manifestárselo a tu preclaro diocesano el Sr. Sardá para quietud de su ánimo, pido a Dios te dé toda prosperidad y ventura, y con la expresión de todo mi respeto, me declaro De tu grandeza Adictísimo servidor, FR. JERONIMO PÍO SACCHERI, de la Orden de Predicadores, Secretario de la Sagrada Congregación del Índice.

Iltmo. y Rvdmo. Sr. D. Jaime Catalá y Albosa, obispo de Barcelona.

martes, 22 de marzo de 2011

Respuestas a las objeciones contra la posición católica sedevacantista 8ª Objeción

8ª objeción: San Roberto Belarmino dijo que no se puede deponer a un Papa, pero que sí es lícito resistirlo. Los sedevacantistas juzgan, castigan y deponen al Papa…




San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, libro II, cap. 29: “Así como es lícito resistir al Pontífice que ataca al cuerpo, así también es lícito resistir a aquel que ataca a las almas o destruye el orden civil o sobre todo, trata de destruir la Iglesia. Yo digo que es lícito resistirle no haciendo lo que ordena y por impedirle la ejecución de su voluntad. No es lícito, sin embargo, juzgarlo, castigarlo o deponerlo”.

Respuesta: Muchos de los que creen que Benedicto XVI es el Papa pero rechazan los actos oficiales de su “Iglesia”, tales como el Vaticano II, intentan ver una justificación de su falsa posición en este pasaje de San Roberto Belarmino. De hecho, este pasaje es uno de los fragmentos más usados como evidencia por parte de aquellos que se lanzan contra la posición sedevacante. Por desgracia, el pasaje ha sido completamente abusado y distorsionado.

En primer lugar, en el capítulo que sigue inmediatamente de la cita anterior de Belarmino, nos enseña esto:

Un Papa que se manifieste hereje, por ese mismo hecho (per se) cesa de ser Papa y cabeza, así como por lo mismo deja de ser un cristiano y miembro de la Iglesia. Por tanto, él puede ser juzgado y castigado por la Iglesia. Esta es la enseñanza de todos los Padres antiguos, que enseñaban que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción”[1].

Esperen un segundo. En el capítulo 29 (la cita dada en la 2ª objeción), San Roberto dice que al Papa usted no puede “juzgarlo, castigarlo o deponerlo”. En el capítulo 30, él dice que un hereje manifiesto cesa de ser Papa (es decir, es depuesto) y que puede ser “juzgado y castigado” por la Iglesia.

Mi pregunta a aquellos que hacen está objeción es la siguiente: ¿Acaso es un idiota San Roberto Belarmino?

San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, capítulo 29           No se puede “juzgar, castigar, o deponer” al Papa


San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, capítulo 30          
Un Papa que se manifieste hereje es depuesto, “juzgado y castigado”


San Roberto Belarmino ni es idiota ni se está contradiciendo así mismo. Él es un doctor de la Iglesia, y sabe exactamente lo que él está tratando de decir. Es claramente evidente, por tanto, que él no está hablando de un Papa manifiestamente herético en el capítulo 29, sino más bien de un verdadero Papa que da mal ejemplo, pero que no es un hereje manifiesto. El contexto del capítulo confirma esto más allá de cualquier duda.

En el capítulo 29, San Roberto da largas refutaciones a nueve argumentos que favorecían la posición de que el Papa está sujeto al poder secular (emperador, rey, etc.) y a un concilio ecuménico (la herejía del conciliarismo). Durante la Edad Media, la herejía del conciliarismo (un Papa sometido a un concilio ecuménico) se convirtió en un problema principal. Al contradecir esta herejía, San Roberto Belarmino afirma que, si bien un católico puede resistir a un Papa malo, no lo puede destituir, incluso si el Papa da mal ejemplo o perturba el estado (sociedad civil) o mata almas por su acción (escandalo moral). San Roberto habla aquí de un Papa malo que no es hereje manifiesto (ya que los pecados morales, por graves que sean, a excepción de los pecados doctrinales, no lo hacen perder el ser miembro de la Iglesia), ¡debido a esto en el siguiente capítulo él trata precisamente sobre la herejía manifiesta! Es muy sencillo. ¡Dice en el siguiente capítulo que el hereje manifiesto no será considerado Papa!

Teniendo esto en cuenta, se ve refutada la supuesta objeción de Belarmino contra el sedevacantismo. Él no está hablando de un hereje manifiesto en el capítulo 29, sino de un verdadero Papa que actúa indebidamente, dado que explica que un Papa manifiestamente herético es depuesto, juzgado y castigado en el capítulo 30. Es un pecado mortal de omisión que los autores “católicos” citen una y otra vez el pasaje del capítulo 29, sin hacer mención de la declaración de San Roberto, en el capítulo 30, respecto a Papas manifiestamente heréticos. Entre estas personas incluimos a los que escriben para algunas de las conocidas publicaciones “tradicionalistas” (p. ej., FSSPX, The Remnant, etc.). Estos editores o autores suprimen la enseñanza de San Roberto en el capítulo 30, junto con todos los otros santos, Papas y canónigos que enseñan que un Papa que se manifieste hereje pierde su oficio. Estos falsos “tradicionalistas” así lo hacen porque quieren hacerles pensar sutilmente a sus lectores que San Roberto condena el sedevacantismo, cuando en realidad él y todos los primeros Padres de la Iglesia apoyan el hecho de que un hereje manifiesto no es Papa.

San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30:
“Porque, en primer lugar, se demuestra con argumentos de autoridad y por la razón de que el hereje manifiesto es depuesto ‘ipso facto’. El argumento de la autoridad se basa en San Pablo (Tito 3, 10), que ordena que evitemos al hereje después de dos advertencias, es decir, después de haber mostrado ser manifiestamente obstinado – lo que es requerido antes de cualquier excomunión o sentencia judicial. Y esto es lo que escribe San Jerónimo, añadiendo que otros pecadores están excluidos de la Iglesia por la pena de excomunión [ferendae sententiae=proceso formal], pero los herejes, por sus propios actos, se destierran y se separan del cuerpo de Cristo [latae sententiae=excomunión automática]”.

Y una vez más enseña San Roberto Belarmino:

Este principio es de lo más cierto. El que no es cristiano no puede de ninguna manera ser Papa, como Cayetano lo dijo (ib. c. 26). La razón de esto es que alguien no puede ser cabeza de lo que no es miembro. Ahora bien, el que no es cristiano no es miembro de la Iglesia, y el que se manifieste hereje no es un cristiano, como claramente lo enseñan San Cipriano (lib. 4, epíst. 2), San Atanasio (Cont. arria.), San Agustín (lib. De great. Christ.), San Jerónimo (contra Lucifer), entre otros; por lo tanto, el hereje manifiesto [fuero externo, público, etc.] no puede ser Papa[2].




[1]  San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30.
[2]  San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30.

lunes, 21 de marzo de 2011

HOY SE CONMEMORA EL TRÁNSITO AL CIELO DE SAN BENITO ABAD - FIESTA PARA TODOS LOS BENEDICTINOS



FRATERNIDAD SEGLAR SAN BENITO

NOVENA

EN HONOR DE
San Benito

“Que en todas las cosas sea Dios glorificado.”
(Regla de San Benito, Cap. 57)





SAN BENITO DE NURSIA
Fundador de la Orden Benedictina y
Patriarca de la Vida Monástica
Occidental 
Introducción
Del latín "novem", nueve. La novena es una devoción de oración privada o pública de nueve días para obtener alguna gracia o intención especial.
Hay novenas dedicadas a Nuestro Señor, al Espíritu Santo, como también a la Virgen María o a los santos. La sucesión de nueve se referirse por lo general a días consecutivos (Ej.: nueve días previos a una fiesta). Pueden ser nueve días específicos de la semana o del mes (Ej.: nueve primeros viernes). Algunas novenas tienen una larga tradición asociada con la devoción a un santo o a una promesa recibida en revelación privada. 
Aunque las novenas no son parte de la liturgia oficial, muchas tienen recomendación eclesiástica. Las novenas nos ayudan en nuestra oración cuando están adecuadamente valoradas en el contexto de una sólida doctrina.
Al pedir la intercesión de un santo debemos desear imitar sus virtudes aprendiendo de su vida a ser mejores cristianos. La novena no debe reducirse a una superstición o a solo buscar un deseo personal sin abrir el corazón a Dios y someterse a su voluntad. Una novena bien hecha es un medio para intensificar la intercesión.
Mientras las octavas tienen un carácter festivo, las novenas generalmente se hacen para lograr una intención o para orar por los difuntos.
Aunque las novenas son muy antiguas, no fue hasta el siglo XVII que la Iglesia formalmente concedió la primera indulgencia a una novena en honor a San Francisco Javier, otorgada por el Papa Alejandro VII.
Esta novena en honor de San Benito puede hacerse en cualquier tiempo durante el año, por ejemplo, durante los nueve días que preceden a las grandes fiestas benedictinas como la Muerte de San Benito (21 de marzo), la Solemnidad de San Benito (11 de Julio), la fiesta de Todos los Santos de la Orden Benedictina (13 de noviembre) y la fiesta de Santa  Escolástica (10 de febrero).
Como es el martes el día escogido por la Iglesia para honrar a San Benito, esta Novena se hace con mayor propiedad durante cualesquiera nueve martes sucesivos. Todos los días de esta novena deben comenzar con las oraciones que aparecen en la siguiente y terminar con las letanías en honor de San Benito.
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¿Cómo se reza?
  1. Invocación a la santísima Trinidad:  En el nombre del Padre… luego un Gloria
  2. Oración inicial (una de las cinco fórmulas).
  3. Lectura y meditación del día correspondiente.
  4. Antífona del día del día correspondiente.
  5.  Rezo de las letanías a San Benito
  6.  Oración final
ORACIONES INICIALES (optativas)
  1. Levanta, Oh, Señor, en Tu Iglesia, el espíritu con el cual estaba animado el santo Abad Benito, para que llenos de ese espíritu podamos aprender a amar lo que él amaba y practicar lo que él enseñaba. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
  1. Oh mansísimo Jesús, humildemente imploro Tu misericordia por los méritos e intercesión de Tu confesor, nuestro Santo Padre Benito, para que te dignes iluminar las tinieblas de mi corazón con la luz de la divina sabiduría, dirigir mi mente hacia las cosas del cielo, crear en mí santos afectos y un corazón puro, y aumentar en mí, deseos justos y enseñarme las obras perfectas que me fortalezcan y ayuden en Tu santo servicio. Tú que vives y reinas con Dios Padre en unidad del Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.
  1. Oh Padre bendito, San Benito, que fuiste favorecido por Dios, tanto por la gracia como por el nombre, y que encontrándote de pie en oración y con los brazos extendidos al cielo, depositaste felizmente tu espíritu angélico en manos de tu Creador, y has prometido defender celosamente contra todas las asechanzas del enemigo en su última lucha con la muerte a todos los que a diario te recuerden tu gloriosa partida y tus alegrías celestiales; yo te imploro, Oh glorioso Padre, que me ofrezca tu protección en este día y todos los días con tu santa bendición, para que nunca me separe de nuestro amado Señor, ni me aleje de tu compañía ni de la compañía de todos los bienaventurados. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
  1. ¡Oh admirable San Benito, yo te saludo por mediación del dulcísimo Corazón de Jesús! Siento gran regocijo por tu gloria y le doy gracias a Nuestro Señor por todos los beneficios que ha derramado sobre ti; honro al Señor y lo glorifico y te ofrezco, para mayor alegría y honra tuya, al dulce Corazón de Jesús. Dígnate, Oh amado Padre, orar por nosotros para que podamos ser más agradables al Corazón de Dios. Amén.
  1. Oh bendito Padre, San Benito, por tu vida ejemplar y tu preciosísima muerte, bendíceme y obtén para mi la gracia de que algún día alcance la gloria eterna en la patria celestial. Amén.
DÍA PRIMERO
Espíritu de rechazo a lo mundano

San Benito, padre y fundador de la gran Orden Benedictina que ha dado a la Iglesia treinta Papas y más de cincuenta mil Santos, nació de una familia de distinción en la provincia de Nursia, Italia, en el año 480.
           Siendo joven fue enviado Benito, según la costumbre de la época, a la ciudad de Roma para recibir instrucción. Viendo la vida depravada que muchos de sus compañeros de estudio llevaban allí, y temeroso de convertirse en mundano y de caer en igual perversidad, huyó de Roma. En la vida de San Benito, escrita por San Gregorio Magno, que fue el primer Papa Benedictino, nos dice éste que despreciando Benito sus libros, abandonando la casa paterna y sus riquezas, y deseando tan sólo servir a Dios, buscó la manera que le permitiera vivir santamente.”
           Benito viajó hasta sitios muy apartados de Roma, al principio en compañía de su nodriza y luego él  sólo, hasta que encontró en un paraje despoblado llamado SUBIACO, el lugar que buscaba. En este escarpado y solitario desierto pasó tres años haciendo oración y ayunando, sin que nadie lo conociera a excepción de un monje de un monasterio vecino, que era su consejero espiritual. Atraído por su santidad y por sus milagros, empezaron al fin a rodearle hombres de igual mentalidad y tuvo  pronto la oportunidad de fundar con ellos un monasterio en Subiaco que aún en nuestros días se levanta como un monumento a su nombre.
Ciertos corazones envidiosos, dirigidos por un sacerdote renegado, obligaron a Benito a dejar su tranquilo hogar en Subiaco. Viajando rumbo al sur, estableció  el famoso monasterio de Monte Casino, a la mitad del camino entre Roma y Nápoles. Fue allí en donde perfeccionó su famosa Regla y trazó las líneas por las cuales debía desarrollarse la Orden y, en su desarrollo, difundir la luz de la Fe  y de la sabiduría por toda la Europa Occidental.  En Monte Casino vivió Benito hasta su muerte (la cual ocurrió allá para el año 547), ejercitándose en la práctica de todas las virtudes y en un gobierno prudente y santo que Dios bendijo con numerosos seguidores.

“Apártate de las costumbres mundanas” (Regla, cap. 4)

Este mundo es un mar, peligroso por sus bajíos y tempestades,  plagado de poderosas pasiones que son como otros tantos monstruos. Si lo amas, te dominará. Nuestro Señor nos previene a menudo contra los peligros del mundo.
Nuestro Señor nos ha escogido a nosotros en este mundo, aún cuando no nos ha llamado El a la soledad como a San Benito. Su deseo es que le sirvamos en este mundo, que estemos en el mundo y sin embargo no seamos de él. El mejor modo de hacer esto es imitando a San Benito. “Porque, ¿de qué sirve al hombre el ganar todo el mundo, si pierde su alma? (Mateo, XVI, 26).

ANTIFONA

Oh  modelo de vida celestial, maestro y guía nuestro, Benito, cuyo espíritu se regocija con Cristo en el Cielo, Oh  amante pastor, guarda tu rebaño, fortalécelo con tus santas oraciones, alumbra el camino y guíanos hacia el reino de Dios.

ORACIÓN FINAL

Oh Señor Jesucristo que le pediste a Tu Padre que conservara a Tus discípulos sanos y salvos en medio de los peligros del mundo, y guiaste a Tu siervo Benito siendo joven aún para que saliera de los peligros del mundo y viniera a Ti en la soledad, concédenos, te suplicamos, que por su intercesión también seamos nosotros preservados de todo mal y vivamos santamente. Amén.
DIA SEGUNDO
El Amor de Nuestro Señor
“Entre los muchos dones maravillosos que hicieron famoso a este varón” dice San Gregorio, “encontramos también la habilidad, conspicua en él, que tenía para enseñar. Redactó una Regla para monjes, escrita en estilo clarísimo, que es notable por lo discreto. De suerte que si alguien desease conocer más a fondo su carácter y su vida, podría encontrar en los capítulos de esa Regla todo lo que él hizo como preceptor de monjes; porque este  hombre santo no podía, en puridad de verdad, enseñar nada que se apartara de su modo de vivir”.
San Benito llama a su monasterio “escuela del servicio del Señor”.   Al principio mismo de su Regla les dice a los monjes que ellos han de ser soldados de Cristo.   Les invita a que digan “el camino del Señor guiándose por su Evangelio.”   Le dice al Abad que él desempeña en el monasterio el papel de Cristo y a los monjes que deben obedecer a éste como a su Dios, porque esa obediencia es propia de los que tienen a Cristo por sobre todas las cosas”.   Les urge a que practiquen la humildad para que hagan todas las cosas por el amor a Cristo.   Les dice que reciban a los huéspedes como a Cristo mismo, porque las atenciones que se les dispensen a ellos es a Cristo a quien se le dispensan.    Y resume sus enseñanzas en estas palabras: “Sobre todo que no deseen ellos nada con preferencia a Cristo, y que sea El quien nos guíe a todos por igual hacia la vida eterna.”
Hubo un ermitaño, nos cuenta San Gregorio, que había vivido durante muchos años en la soledad de una montaña de la Campania.  Este santo varón se había atado el pie a una e las paredes de su cueva con una cadena de hierro, de manera que no podía abandonar su retiro, n siquiera moverse a mayor distancia de la que la cadena le permitía.   Cuando San Benito se enteró de esto, le envió al ermitaño el siguiente mensaje con uno de sus discípulos: “Si eres un verdadero siervo de Dios, que no sea una cadena de hierro la que te aprisione sino la cadena del Cristo mismo”.  Inmediatamente se quitó el ermitaño la cadena y desde entonces fue fiel a sus votos tan sólo por su amor a Nuestro Señor.
REGLA DE SAN BENITO
Cap. 4 nos dice: “No antepongas nada al Amor de Cristo”
“Jesús quiere ser sólo amado sobre todas las cosas.   El amor de las criaturas es mentiroso y mudable; el amor de Jesús es fiel y constante.   El que se apega a la criatura, caerá con apoyo frágil;  el que se abraza a Jesús, será siempre inquebrantable.” (Imitación de Cristo, Libro II, Cap.)
Nuestro Señor llamó hacía Sus discípulos diciéndoles; Venid y seguidme.”   Esa misma invitación se la hace a todos los cristianos.    Toda alma que es admitida en la Iglesia está en el deber de seguir a Nuestro Señor.  Este deber no es pesado.   Tenemos el ejemplo de los Santos para probar que es dulce y delicioso este deber.     “Porque suave es mi yugo, y ligero el peso mío”  (Mateo, 30).   Con su amor como el principio activo de nuestra vida, ningún peligro nos atemorizará, ninguna dificultad nos descorazonará, sino que alegremente iremos hacia delante hasta alcanzar la meta de la eternidad.

ANTIFONA
El hombre de Dios, Benito, estaba lleno del espíritu del justo; que él interceda por nosotros con Nuestro Señor Jesucristo.
ORACION FINAL
Oh Señor Jesucristo que enseñaste a San Benito a hacerlo todo por su amor a Ti y a enfocarlo todo hacia ese amor para que amándote sobre todas las cosas podemos seguir con dulzura indecible el camino de Tus Mandamientos.    Amén.
DIA TERCERO
Espíritu de Oración.
Los tres años que pasó San Benito en la cueva de Subiaco fueron años de austeridad y oración, en comunión, estrecha  con Dios.   En el camino que conduce de Roma a Subiaco encontró a Benito a un monje de nombre Romano.  A este monje le expresó su deseo de servir a Dios por medio de la Oración en la soledad, y Romano a su vez le dio un hábito al monje y le ayudó cuanto pudo, guardando en secreto el sitio de su retiro.  Según nos cuenta San Gregorio, acostumbraba Romano escaparse de su monasterio para llevarle s San Benito una parte del alimento destinado para sí, pero debido a que la cueva en que San Benito se había albergado se encontraba en el fondo de un risco muy empinado, se veía obligado a hacer llegar el alimento hasta el santo por medio de una soga.
Tres de los monasterios que San Benito fundara más tarde en Subiaco estaban situados en la cima de las montañas y para coger el agua tenía los monjes que bajar por las empinadas laderas, lo cual resultaba difícil y peligroso. Llenos de angustia se acercaron un día a San Benito y le explicaron sus dificultades y le pidieron permiso para trasladar sus monasterios en sitios más apropiados. San Benito los recibió con dulzura, y aquella misma noche, llevando consigo a Plácido, que era un joven muy santo, subió a la cima de la montaña donde permaneció por mucho tiempo en oración.   Al terminar sus oraciones colocó allí tres piedras para marcar el sitio en que hiciera oración y regresó luego a su monasterio.
Volvieron a él nuevamente los monjes con su petición.  Les invitó entonces a que fueran al lugar en donde encontraría las tres piedras que él había amontonado y que una vez allí escarbaran un poco.  “Porque, -decía él- Dios Todopoderoso puede hacer brotar agua hasta en la cima de esa montaña.”   Fueron los monjes al lugar y encontraron que la roca ya estaba húmeda.   Cavaron un poco e inmediatamente se llenó el hoyo de agua que al cabo salía tan abundante que, al decir de San Gregorio “aún hoy día fluye en gran cantidad y es llevada por medio de canales a las partes bajas de la montaña.”  (Diálogos, cap 5)
“Reza con Frecuencia” (Regla, Cap. 4)
Ten esto por cierto, que si somos puros de corazón y derramamos lágrimas de contrición nuestros ruegos llegarán hasta el Señor.  Por esta razón, dice San Benito, que nuestras oraciones deben ser cortas y puras, a menos que la Gracia Divina nos inspire a hacerlas más largas.
La oración constante de un hombre justo es de mucho provecho.  Es la oración el motivo central de la vida cristiana.  Dice Nuestro Señor, “pedid y recibiréis.”     ¿Osaremos desdeñar este mandato? ¿Acaso no lleva el mismo consigo una promesa que debe impulsarnos a no desdeñarlo? ¿Muchas son las cosas que necesitamos tanto para el alma como para el cuerpo; nos es necesaria la gracia de Dios todos los días para que nos ayude a vencer el pecado y confirmarnos en la virtud. Nuestro Señor dice, “Pedid.” Pidamos, pues, y pidamos con frecuencia, todo cuanto necesitemos para nosotros y para nuestros amigos y seres queridos.
     
ANTIFONA
Bendito el hombre que confía en el Señor; el Señor será su confianza.
ORACION FINAL
Oh Señor Jesucristo, maestro y modelo de la verdadera oración, que abundantemente llenaste a San Benito de este mismo espíritu de oración, concédenos, Te imploramos, que siguiendo sus enseñanzas y ejemplos elevemos siempre humildemente nuestras súplicas a Ti con pureza de corazón y lágrimas de contrición.   Amén.

DIA CUARTO
Pureza
“No queráis amar al mundo, ni las cosas mundanas, porque todo lo que hay en el mundo, es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida: lo cual no nace del Padre.   El mundo pasa, y pasa también con él su concupiscencia.   Más el que hace la voluntad de Dios permanece eternamente” (1 Juan, II, 15).  Lleno de la  sabiduría de Dios, San Benito huyó de Roma para permanecer fuera de los peligros del mundo.   Pero hasta en la soledad de Subiaco se sentía atacado por la tentación.
“Era una tentación –dice San Gregorio Magno que cualquiera otra hubiera él experimentado.  El espíritu del mal le trajo ante la mente la imagen de alguien  quien había visto en tiempos pasados, y tanto se encendió el alma del siervo de Dios con esta visión que apenas podía contener en el pecho el fuego de su amor, y subyugado por la tentación estuvo casi a punto de abandonar su soledad.   Entonces, de improviso, fue tocado con la gracia divina y volvió en sí, y observando cerca de él una espesa maraña de ortigas  y zarzas, despojándose de su hábito se tiró desnudo entre las espinas y punzantes ortigas en donde permaneció dando vueltas de un lado para otro durante largo rato, saliendo al fin con todo el cuerpo destrozado y herido.    Pero con las heridas de su cuerpo había curado la herida de la mente; había convertido su placer en pena.  Todo su cuerpo ardía con las punzadas de su castigo, pero había sofocado el fuego ilícito que interiormente lo abrazaba, y en este intercambio había conquistado el pecado. Porque desde ese momento en adelante, como luego le dijo a sus discípulos, la tentación impura quedó tan vencida en él que jamás experimentó otra  nuevamente.  Muchos empezaron entonces a abandonar el mundo  y se apresuraron a someterse a su Regla. Porque estando en realidad libre de tentación, se había convertido por derecho propio en maestro de la virtud”.   (Diálogos, cap.2)
“Ama la castidad: no realices los deseos de la carne.” (Regla, Cap.  4)
El quinto grado de humildad, nos dice San Benito, consiste en que uno debe confesar humildemente a su padre espiritual todos los malos pensamientos que se le vengan a la mente, o todas las malas acciones que secretamente cometa.   Porque las Escrituras nos exhortan a ello, diciendo: “Confiesa tus acciones al Señor y confía en El.”  (Comp. Regla, cap. 7)
Somos del templo del  Espíritu Santo.   Nuestro cuerpo y nuestra mente son recipientes sagrados, sagrados para el Señor porque han sido santificados con Su propio Cuerpo y Su propia Sangre.   No debemos, pues, mancharlos con el pecado.   No podemos tolerar ninguna mancha de impureza que acompañe la reluciente pureza de la morada de Dios.   “Bienaventurados los que tienen puro su corazón, porque ellos verán a Dios.”   (Mateo v, 8)
ANTIFONA
Hubo un hombre de vida vulnerable, Benito (que significa bendito), tanto por la gracia como por el nombre; que aún siendo niño era de corazón sabio como un hombre, porque como tal pasó su vida sin entregar su mente a los placeres sensuales.
ORACION FINAL
Oh Señor Jesucristo, amante de la pureza y dador de toda santidad, que le permitiste a San Benito por el dolor que le produjeron las zarzas espinosas, vencer la tentación de la carne, te imploramos humildemente que también nosotros, al conservar nuestro cuerpo y nuestra alma en toda su pureza de la vida, podamos  aprender a rechazar los deseos malignos y echar de nosotros los malos pensamientos con presteza y determinación.   Amén.

DIA QUINTO
Obediencia

“Cierto día sucedió que, estando el venerable Benito en su celda, fue el joven Plácido, uno de los monjes del santo en busca de agua, y al hundir con cierto descuido la vasija para llenarla, perdió el equilibrio y se cayó al agua.   La corriente lo atrapó y al punto lo sacó como una flecha de la orilla.   Pero aunque San Benito estaba en su celda, supo inmediatamente lo que sucedía y llamando rápidamente a Mauro, le dijo: “Corre, hermano Mauro, porque el muchacho que fue por el agua se ha caído al lago y la corriente se lo está llevando.”
Entonces sucedió un milagro que no se había repetido desde que Pedro caminó sobre las aguas para reunirse con el Señor, porque Mauro, después de pedir y obtener la bendición de San Benito, corrió a toda prisa para  llenar su cometido, y creyendo que corría en tierra firme, no se paró hasta que alcanzó a Plácido y tomándolo por los cabellos, regresó con él rápidamente.   Cuando alcanzó la tierra firme, volviendo en sí, miró hacia atrás y se dio cuenta de que había corrido por sobre el agua, y se llenó de temor y pasmo, por lo ocurrido.   Por eso regresó al Santo Padre y se lo contó todo.
San Benito atribuyó el milagro, no a sus propios méritos, sino a la obediencia de su discípulo.  Mauro, por el contrario, afirmaba que todo había sucedido por orden de San Benito y que de ningún modo sus méritos habían sido la causa de una obra milagrosa que él había realizado inconscientemente. Mientras se desarrollaba esta amigable disputa, el propio muchacho, Plácido, intervino y decidió el asunto diciendo: “Cuando fui sacado del agua pude ver la capa del Abad sobre mi cabeza, y creí que era él quien me sacaba.”  (Diálogos, cap 7.)
            “Obedece a Dios:   obedece a tus Superiores” (Regla, Cap.  4)
El primer grado de humildad, nos dice San Benito, es la inmediata obediencia.   Esto es propio de los que aprecian a Cristo por sobre todas las cosas.  Tan pronto como un superior les ordena hacer algo, lo ejecutan sin tardanza. “El que os escucha a vosotros, me escucha a Mí.”   (Lucas, X, 16).
El espíritu de Nuestro Señor es espíritu de obediencia.  “He descendido del Cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de Aquel que me ha enviado.” (Juan, VI, 38). Nosotros también debemos tener, pues, este espíritu de obediencia.   Sólo algunos de nosotros  tenemos superiores a quienes debemos demostrar este espíritu de obediencia  a Jesús y a su Iglesia, obediencia a Sus leyes, y obediencia también a Sus aspiraciones.   “El hombre obediente –dicen las Sagradas Escrituras- cantará la victoria.”  (Prov. XXI, 28).
ANTIFONA
Oye, hijo mío, los preceptos de tu maestro y vuelve a El tu atento corazón; acepta gustoso la admonición de tu amante padre y cúmplela cabalmente.
ORACION FINAL
Oh Señor Jesucristo, que por la salvación del mundo fuiste obediente hasta la muerte, llenarnos del mismo espíritu, de suerte que, siguiendo las enseñanzas de San Benito, aprendamos no a hacer nuestra propia voluntad, sino a realizar todo lo que nos confía sin pereza ni murmuraciones, sino fervorosamente y con la diligencia propia  de un santo temor de Dios.   Amén.
DIA SEXTO
Pobreza
Todos saben con qué amor se desposó San Francisco de  Asís con “La Pobreza” e hizo de este voto la piedra fundamental de la Orden Franciscana. Pero setecientos años antes que San Francisco, ya había Benito hecho de la pobreza uno de los principios elementales de vida de cualquier persona que siguiera a Nuestro Señor.   El propio San Benito despreció las riquezas y la posición que pudo disfrutar con el fin de servir a Cristo con mayor fidelidad.   Prefirió él, como dice San Gregorio, trabajar por Dios más bien que ser honrado con los favores de este mundo, y miró las riquezas mundanas como vanidad y muerte.
San Benito insistió en que sus monjes trabajaran.  “La ociosidad”, dice, “es el enemigo del alma”.  Y por eso prescribió ciertas horas para dedicarlas al trabajo.   “Es propio”, dice “que vivamos de nuestro trabajo como lo hicieron nuestros padres y los santos Apóstoles.”  Después de la oración, San Benito prescribió el trabajo como el mejor medio para la propia santificación.  Tan fielmente se ha seguido este consejo que la frase “Ora et labora” (ora y trabaja) se ha hecho la divisa de la gran Orden Benedictina.
En cierta ocasión, nos cuenta San Gregorio, se experimentó en Campania tal escasez de alimentos que llegó el momento en que el monasterio de San Benito se quedó sin maíz.  “Se había consumido todo el pan a tal extremo que, a la hora de la comida, sólo se encontraron cinco hoganzas.  Vio el Santo la pesadumbre que esto les causó a los monjes, y luego de increparlos suavemente por falta de valor, trató de infundirles ánimo con una promesa. “¿Por qué se entristece tanto vuestro corazón por falta de pan”, les dijo, “Hoy hay muy poco, es cierto, pero mañana tendréis en abundancia”.  Y al día siguiente encontraron a la puerta del monasterio por medios desconocidos.   Al ver esto, los hermanos dieron gracias a Dios, y aprendieron la lección de que no deben dudar de que aún en tiempo de necesidad, siempre hay suficiente.”  (Diálogos, Cap. 7.)
               “Buscad primero el reino de Dios y Su Justicia”. (Regla, Cap. 5,2)
Oh, Jesús pobrísimo, por amor a Tu nombre, yo te imploro que me concedas este privilegio. Te suplico me enriquezcas con este tesoro: que a mí y a mis discípulos nos sea posible conservarnos por siempre bajo el cielo sin bienes de  nuestra propiedad.  (Oración de San Francisco de Asís).  “Sobre todo que cortemos este vicio de raíz, que alguien presuma  dar o recibir algo sin la orden del Abad, o tener algo de su propiedad, cualquier cosa que fuere. Que todas las cosas sean comunes a todos.”   (Regla de San Benito. Cap. 33).Bienaventurados los pobres de espíritu, dijo Nuestro Señor.  Nada importa, puyes, que tengamos poco o mucho, siempre que seamos pobres de espíritu.   San Benito no exigía que en sus monasterios fueron pobres, pero no les permitía a sus monjes poseer nada de su propiedad. Si somos pobres debemos tener gran confianza en la Providencia de Dios.  Si tenemos riquezas, debemos usarlas para beneficio de Dios y de nuestro prójimo, ni para satisfacer deseos y placeres mundanos.  “Atesorad más bien para vosotros tesoros en el cielo.”   (Mateo. VI, 20)   convertíos en millonarios espirituales.

ANTIFONA

Fue determinación de Benito, el hombre de Dios, dar cuanto poseía en la tierra, para poder tenerlo todo en el cielo.
ORACION FINAL
Oh, Señor Jesucristo, que hiciste de San Benito un verdadero discípulo de Tu pobreza, concédenos por su intercesión que siempre usemos los bienes temporales para beneficio tan sólo de nuestras almas.   Amén.
DIA SEPTIMO
Contrición
San Gregorio nos relata que  “durante la invasión de los Godos, Titila, su rey, habiéndose enterado de que el Santo varón Benito poseía el espíritu o don de la profecía, emprendió la marcha hacia el monasterio en donde vivía el Santo.
Titila que era muy dado a la superchería, decidió determinar si el hombre de Dios poseía en realidad el don de la profecía.   Con este propósito atavió a uno de sus hombres, de nombre Riggo, con su ropaje real, le dio sus propios zapatos y sus ayudantes y lo envió a ver el Santo.   San Benito, sin embargo, cuando alcanzó a verlo exclamó: “Despójate, hijo, despójate de esas ropas, no son tuyas.”  Riggo lleno de temor al pensar que había tratado de de engañar a tan grande hombre, se postró ante él;  y todos los que con el habían venido fueron igualmente impresionados y se arrojaron a la tierra. Al levantarse no osaron acercarse a Benito, sino que volviéndose a su rey le explicaron llenos de consternación con qué rapidez habían sido descubiertos.
Entonces decidió Titila ir en persona a donde estaba el hombre de Dios; y, viéndolo sentado cuando aún se encontraba a alguna distancia de él, sin aventurarse a acercarse, permaneció postrado en tierra.   Tres veces le intimó el Santo para que se pusiera de pie.   Pero Titila no osó levantarse en su presencia.   En vista de lo cual se dignó el siervo de Jesucristo acercarse al humillado rey, lo levantó de la tierra, y reprochándole sus acciones, le dijo en pocas palabras todo lo que habría de sucederle.   “Estás cometiendo muchas  perversidades” le dijo, “has realizado muchas iniquidades: refrena al fin tus infamias, porque aunque habrás de entrar a Roma, y cruzar los mares, y reinar durante nueve años, al décimo irremisiblemente morirás.” Al oír el rey estas palabras, quedó aterrorizado y, solicitando las oraciones del santo, partió.   Desde ese momento Titila menos cruel.   Al poco tiempo entró en Roma, y desde allí a Sicilia.   Durante el décimo año de su reinado perdió, por juicio de Dios Todopoderoso, su reino y la vida”.  (Diag.cap. 14 y 15).
“Confiesa todos los días a Dios por medio de la oración todos  tus pecados con lágrimas y suspiros.” (Regla, Cap.  4)
“El publicano, por el contrario, puesto allá lejos, ni aún los ojos osaba levantar del suelo, sino que se daba golpes de pecho, diciendo; Dios mío, ten misericordia de mí, que soy un pecador.”  (Lucas XVIII, 13)
El dolor de corazón es el espíritu de la contrición, el arrepentimiento de nuestros pecados realmente sentido. No significa tristeza o desaliento, o desesperación, sino la clara apreciación de nuestra perversidad y fragilidad y nuestra dependencia de Dios, que nos hace ser humildes y pacientes y vigilantes.   El espíritu de compunción ha sido siempre el sello de los Santos. San Benito no sólo nos lo enseñaba sino que era un ejemplo vivo de él. La compunción es excelente salvaguardia contra el pecado y nos conquista muchas gracias.   Por lo tanto, debemos pugnar por experimentarla. La confesión frecuentemente y el examen diario de conciencia son medios seguros e indudables para obtenerla.

ANTIFONA
Benito hacía volver el corazón de los hombres hacia el Señor, y en días de corrupción fortalecía él la religión.
ORACION FINAL
Oh Seños Jesucristo, que jamás has despreciado a ningún corazón contrito y humilde, y que fervientemente nos has enseñado a cultivar este mismo espíritu de penitencia y compunción por medio de la palabra de San Benito, concédenos que sintiendo, siempre pesadumbre por nuestros pecados y conscientes de nuestras flaquezas, podamos depositar toda nuestra esperanza y confianza en Ti. Amén.

DIA OCTAVO
Humildad
Santa Escolástica era hermana gemela de San Benito.   Relata San Gregorio esta simpática anécdota acerca de ellos. “Escolástica era la hermana del venerable Padre Benito. Se había ella consagrado a Dios Todopoderoso desde la infancia misma, y acostumbraba visitar a su hermano una vez al año. Legó en cierta ocasión el día de la acostumbrada visita, y bajó su venerable hermano con algunos de sus monjes a recibirla en una casa que pertenecía al monasterio y que no quedaba muy lejos de la puerta de éste.
Ese día lo pasaron en alabanzas a Dios y en conversaciones santas; y al caer la noche tomaron su cena juntos.   Mientras estaban en la mesa y se iba haciendo tarde, la santa mujer le habló así a su hermano: “Te suplico que te quedes la noche conmigo para que hablemos hasta la mañana sobre los placeres del cielo.”   A lo que él le replicó: “Hermana, que estás diciendo?  Por ningún motivo puedo quedarme fuera del monasterio”.   La tarde estaba clara que no se veía una nube en el cielo.   Por eso, cuando oyó Escolástica la negativa de su hermano, juntó las manos y recostándolas sobre la mesa, hundió en ellas la cara e invocó al señor Todopoderoso.   Tan pronto levantó la cabeza de la mesa, se formó una tormenta tan grande de truenos y relámpagos y torrentes de lluvia que ni el venerable Benito ni los hermanos que lo acompañaban pudieron poner un pie fuera del lugar.
Entonces el santo varón, viendo que era imposible llegar con ese tiempo al monasterio, se entristeció y dijo quejumbrosamente: “¿Qué has hecho,  hermana ¿Qué Dios Todopoderoso te perdone!”.  Pero ella replicó: “Te pedí un favor y no quisiste oírme: vuélvete ahora al monasterio si te es posible”.   Pero no estaba en su poder abandonar el albergue; de modo que quien no quiso quedarse de buen grado, tuvo que permanecer contra sus deseos.   Y sucedió que pasaron todo el día y la noche sin dormir, divirtiéndose el uno al otro discutiendo los misterios de la vida espiritual.”  (Diálogos, cap. 2.)

“No seas orgulloso; evita la vanagloria”. (Regla, Cap.  4).
“Hermanos, si queremos alcanzar aprisa la altura a la cual nos remontamos por humildad de esta vía, debemos hacer nuestras acciones en sus distintos grados, una escala, como la que se le apareció a Jacob mientras dormía, y en la cual pudo ver a los ángeles que ascendían y descendían”.  (Regla, cap.  7).
Santa Escolástica nos demuestra fielmente el poder de la oración cuando ésta brota de un corazón humilde.  La humildad es la tierra en donde todas las demás virtudes de la vida cristiana se arraigan, retoñan y florecen. Sin humildad no puede haber virtud verdadera.  “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”, dice Nuestro Señor. (Mateo XI, 29). Que sean también, pues, la humildad, la bondad, la dulzura y la cortesía cristianas, las marcas distintas de vuestra vida.
ANTIFONA
Benito, pobre y humilde, entra rico al cielo: es honrado con himnos celestiales.

ORACION FINAL
Oh, Señor Jesucristo, que has dicho:  Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y has hecho a San Benito un excelente maestro de esa misma humildad, concédenos el auxilio de tu gracia para que evitando la vanagloria y buscando la verdadera humildad, alcancemos pronto el amor perfecto que arroja de nosotros todos los temores.  Amén.

DIA NOVENO
Una Muerte Feliz

Así escribió San Gregorio acerca de la muerte de San Benito: “El mismo año en que debía abandonar esta vida le anunció el día de su muerte a algunos de los discípulos que estaban con él,  y también a algunos que estaban a gran distancia  de él.   Les dijo a sus compañeros que guardaran en secreto lo que de él habían oído, y a los que se encontraban ausentes les reveló la señal que les indicaría el momento en que su alma abandonaría su cuerpo.
Cinco días antes de su muerte, dio órdenes para que se cavara su fosa.   Pronto se apoderó de él la enfermedad y empezó a consumirse con una fiebre abrasadora.   Su enfermedad empeoraba de día en día, de modo  que al quinto día hizo que sus discípulos lo llevaran a la iglesia, y allí se fortaleció recibiendo el Cuerpo y la Sangre del Señor.  Entonces, sostenido su débil cuerpo por sus discípulos, con las manos levantadas al cielo, se sostuvo hasta que exhaló el último suspiro con palabras de oración.
Ese mismo día tuvieron igual visión dos de sus hermanos, uno de los cuales estaba en su celda y el otro a mayor distancia.   Vieron ellos un camino cubiertote ricas colgaduras y alumbrado con innumerables lámparas, el cual se extendía desde el monasterio por su lado oriental hasta llegar al cielo. Y en él se encontraba de pie un hombre de noble semblante y aspecto venerable, el cual les preguntó de quién era el camino que ellos veían.   Por su parte dijeron ellos que no sabían, a lo que el desconocido replicó: “   Este es el camino por el cual Benito, amado de Dios, ascendió a los cielos “.   Y así se enteraron estos hombres puros de la muerte de un Santo, porque ellos vieron la señal que él les había dado de antemano.
El Santo fue sepultado en la Iglesia de San Juan Bautista que él había edificado en Monte Casino.   Y aun hoy día, si se le pide con fe, hace muchos milagros, no aquí únicamente, sino también en la nueva de Subiaco, que fue su primera vivienda.”  (Diálogos, cap. 37)

“Pon la muerte todos los días ante tus ojos y desea la vida eterna con vehemencia espiritual.” (Regla, Cap. 4)
El fin corona la obra.   Una  muerte feliz es el deseo y la esperanza de todo buen cristiano.    Debemos ser como peregrinos cuya vista está por siempre fija en la patria celestial.   San Benito no tan sólo nos invita nos invita  a recordar la muerte, sino también a  desear la vida eterna con vehemencia ferviente y sincera.   El no fue jamás infiel a sus propias enseñanzas y, por lo tanto, Dios le concedió una muerte que a pocos les fue concedida.
La mejor garantía de tener una muerte parecida a la de San Benito es siguiendo una vida como la de él, fortificada por la recepción frecuente y valiosa de la Sagrada Comunión.    Nuestro Señor nos ha prometido; “Quien come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el último día”.  (Juan VI, 55.)    El Pan de los Ángeles nos da la fortaleza que necesitamos para vivir una vida angélica aquí en la tierra, y la certeza y seguridad de vivir con los ángeles e Dios en el cielo.

ANTIFONA
Estando de pie en el oratorio, Benito, amado del señor, entregó su alma con palabras de oración.

ORACION FINAL
Oh Señor Jesucristo, que nos has invitado a vigilar y a orar por nuestra vida, concédenos que pongamos la muerte todos los días ante nuestros ojos y deseemos la vida eterna con vehemencia espiritual, de modo que en la hora de la muerte, al igual que nuestro Padre San Benito, fortificados de Vuestro Cuerpo y Sangre, merezcamos entregar nuestra alma con palabras de oración.   Amén.




LETANíAS EN HONOR DE SAN BENITO
            


Santísima Trinidad, que eres un solo Dios, Señor ten piedad de nosotros.
Jesucristo, ten piedad de nosotros. Señor ten piedad de nosotros.
Jesucristo, óyenos.
Jesucristo, escúchanos.
Dios, Padre Celestial,  *
Dios Hijo Redentor del mundo,  *
Dios, Espíritu Santo,   *
Santísima Trinidad, que eres un solo Dios,   *

Santa María, ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios,   **
Santa Virgen de las Vírgenes, **

San Benito, Padre Santo, **
Oh gran Padre, **
Padre benignísimo,  **
Padre castísimo,   **
Padre de gran renombre,  **
     Padre digno de alabanza,  **
Padre invencible,  **
Padre compasivo,  **
Seguidor de Cristo,  **
Fiel ministro de Dios,  **
Amante de la soledad,  **
Amante de la Cruz**
Amante de la castidad,  **
Amante de todas las virtudes,  **
Soldado valeroso de Cristo   **
Fiel ministro de Dios,  **
Amante a la soledad,  **
Amante a la Cruz**
Amante a la castidad,  **
Amante de todas las virtudes,  **
Soldado valeroso de Cristo  **
Guía en los angostos caminos,  **
Fundador de monasterios,  **
Propagador de la fe cristiana,  **
Iluminador del mundo católico,  **
Consolador de los afligidos,  **
Bondadoso amante del prójimo,  **
Bendito por la gracia y por el nombre,  **
Despreciador del mundo,  **
Vencedor de las tentaciones,  **
Terror de los demonios,  **

Sénos propicio, perdónanos, Señor.
Sénos propicio; óyenos Señor.
De todo mal, líbranos, Señor.
De la desobediencia a Tus mandamientos,  ***
De las asechanzas del demonio, ***
Por la vida santa de  San Benito,  ***
Por su estricta pobreza,  ***
Por su ardiente amor,  ***
Por sus santos ayunos, ***
Por su maravillosa abstinencia,  ***
Por su profunda humildad y ejemplar mansedumbre,  ***
Por su portentosa muerte,   ***
Por sus grandes méritos e intercesión poderosa,  ***

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Ten piedad de nosotros.

 

V.      Oh Padre bendito, San Benito, intercede por nosotros,
R.      Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
  *        Ten piedad de nosotros.
 **       Ruega por nosotros.
***      Líbranos, Señor.
OREMOS
Oh Dios, que adornaste a Tu confesor, nuestro bendito Padre San Benito, con una vida loable en la tierra y lo exaltaste a la gloria eterna en el cielo, concédenos, te suplicamos, que por sus méritos sea para Ti agradable nuestra vida. Por Jesucristo Nuestro Señor.   Amén.
PROMESAS EXTRAORDINARIAS
Un día, mientras se encontraba el Santo Abad Benito arrobado (extasiado), en la más profunda contemplación, se le apareció un ángel que le dijo: “Pídele a Dios Todopoderoso tu más ardiente deseo y te lo concederá”.   En su humildad no supo que San Benito que contestar a este gentilísimo ofrecimiento y permaneció silencioso.  Entonces el ángel le manifestó  que traía de Dios Todopoderoso, cinco favores que eran cinco privilegios especiales para toda su Orden, a saber:

1.        La Orden existirá hasta la consumación de los siglos.

2.        Prestará grandes servicios a la Iglesia y cuando llegue el fin del
           mundo confortará a los elegidos y confirmará a muchos en la fe.

3.        Nadie morirá en la Orden sin tener su salvación asegurada.

4.        Quienquiera que persiguiera a esta Orden y no se arrepintiere,
           tendrá mal fin y sus días estarán contados.

5.        Dios Todopoderoso concederá favores especiales a los amigos y
           protectores de la Orden, será misericordioso con ellos, y les dará una
           buena muerte.

(Estas promesas extraordinarias están anotadas en el libro  “Lingnum vitae”, de Arnold de Wion.  Roma, 1595)