lunes, 28 de febrero de 2011

Curso # 3 - Sobre la religión en general (III parte) - Audio

[25 de febrero de 2011]

Curso #3 - Sobre la religión en general (III parte) [100 MB - 01:48:32 min]



SUMA DE LA SAGRADA TEOLOGÍA ESCOLÁSTICA REVELACIÓN CRISTIANA

Por el Rev. P. MIGUEL NICOLAU, S.J. 
Profesor de la Facultad Teológica de la Universidad Pontificia de Salamanca

En esta clase se estudiara:

1) Art. III: SOBRE LA OBLIGACIÓN DE LA RELIGIÓN POSITIVA

2) TESIS 1 - EL HOMBRE ESTA OBLIGADO A INVESTIGAR EN UNA RELIGIÓN POSITIVA QUE SE LE OFRECE CON APARIENCIA DE VERDADERA Y COMO MANIFESTADA Y PRESCRITA POR DIOS  PARA EL.

3) ADVERSARIOS: Los indiferentistas, el liberalismo, el latitudinarismo, y los modernistas.

4) DOCTRINA DE LA IGLESIA: La necesidad impuesta a todos, de profesar la fe imperada por Dios.

5) Pruebas para la Tesis y Objeciones contra la Tesis.

viernes, 25 de febrero de 2011

LEA Y BAJE EL LIBRO DE LA SEMANA



Una obra excelente y sublime, de alta doctrina teológica y espiritual. Especialmente dirigida a toda alma atribulada que necesite de verdadero consuelo. Le permitirá tener a todo católico luz y consejo para discernir lo más difícil y complejo de la existencia humana y cristiana. Quien se decida a leer sus primeras páginas quedará tan absorto que no podrá dejar de leerla hasta el final.
Sin duda que es una gracia especial el que nos conceda Dios Nuestro Señor por la mediación de Nuestra Señora de leer esta obra escrita por el Rev. P. Alfonso Rodríguez de la otrora gloriosa Compañía de Jesús de pasadas centurias.
Que la disfrute.

AVISO

Una vez que pulse el link ubicado en el título (lea y baje el libro de la semana), para bajar el libro, basta con pulsar el botón "PDF", en el extremo superior derecho de la página web donde aparece el texto, en cosa de segundos empezará a bajar a su computador u ordenador.

jueves, 24 de febrero de 2011

LLAMADO A LOS SOLDADOS DE CRISTO PARA LA GUERRA SANTA



"Levántate, soldado de Cristo; levántate, sacúdete el polvo; vuélvete al campo de batalla, de donde huiste, a pelear con mayor fortaleza después de la fuga y a triunfar con mayor gloria. Muchos son los soldados que tiene Cristo, que comenzaron con coraje y perseveraron en él, y vencieron. Muchos menos se cuentan de los que, tras haberse declarado en fuga, volvieron al peligro antes temido e hicieron huir a los enemigos que antes los habían ahuyentado. Mas como todo lo raro es precioso, me alegro de que te cuentes entre aquellos que, cuanto más escasos son, tanto más gloriosos aparecerán. Por otra parte, si te sientes demasiado tímido, ¿a qué temer en donde no hay por qué, y no temer donde verdaderamente se ha de temer? ¿O piensas que porque te fugaste de la fortaleza, evadiste las acometidas de los enemigos? Con más furor te persigue el adversario si huyes que te combatirá si resistes; con mucha más audacia te atacará por la espalda que se resistirá de frente. Hoy, creyéndote seguro, prolongas tu sueño hasta entrada la mañana, cuando a la misma hora ya Jesús se había levantado del sepulcro en su resurrección. ¿E ignoras que estando desarmado, has de hallarte tú mismo más tímido y menos terrible a los enemigos? Tropa de gente armada ha rodeado tu casa, ¿y tú duermes? Ya escalan los muros, ya derriban las defensas, ya irrumpen por las brechas. ¿Y estarás más seguro si te toman solo que si estas con tus compañeros? ¿Valdrá más te sorprendan desnudo en cama que armado en el campo? Levántate, embraza las armas, júntate a los soldados que abandonaste en tu fuga. La misma cobardía que de ellos te separó, vuélvate con ellos a juntar. ¿Por qué rehusas la aspereza y el peso de las armas, cobarde soldado? El enemigo que ya tienes encima y las saetas voladoras que te rodean disparándote al corazón, te harán olvidar lo incómodo de la loriga, lo duro del casco, lo pesado del escudo. Ciertamente al que pasa de súbito de la sombra al sol o de la ociosidad al trabajo sin transición alguna, todo le parece pesado, porque comienza. pero cuando ya va olvidándose de aquello y haciéndose a esto, la misma costumbre quita la dificultad y ve fácil lo que juzgaba imposible. Aun los soldados más bravos tiemblan muchas veces al repentino son de trompeta, antes del combate; pero en llegando a las manos, la esperanza de la victoria y el temor de ser vencidos los hace intrépidos.

Mas ¿cómo tiemblas tú, rodeado de todos tus hermanos, que te ciñen cual muro defensivo, teniendo a los ángeles que asisten a tu lado y viendo caminar delante a Cristo que anima a los suyos a la victoria, diciendo: Confiad; yo he vencido al mundo? Si Cristo está con nosotros, ¿quién contra nosotros? Seguro puedes pelear allí donde estas seguro de vencer. ¡Oh victoria segura por Cristo y con Cristo, de la que nadie puede defraudarte, ni herido, ni postrado, ni hollado, ni muerto, si posible fuere, mil veces. La única causa de no alcanzarla es la fuga. Huyendo puedes perderla, muriendo no puedes. Y feliz tú, si murieses luchando, porque al punto serías coronado, pero ¡ay de ti si, rehuyendo la pelea, perdieras juntamente la victoria y la corona! No lo consienta Aquel, hijo carísimo..."

(San Bernardo, consejo a los Caballeros Templarios)

Conmovedora arenga de San Bernardo. Hoy se requieren Caballeros Templarios dispuestos a dar su vida por Cristo, nosotros los hijos de San Benito fuimos los que inspiramos a los antiguos monjes soldados del Temple, hoy seguimos inspirando nuevos Cruzados para enfrentar al anticristo.

"NON NOBIS DOMINE, 
NON NOBIS SED NOMINE, 
TUO DA GLORIAM"

(No a nosotros Señor, no a nosotros, 
sino a tu nombre da gloria)
Lema de los Caballeros Templarios

domingo, 20 de febrero de 2011

VIDA, PENSAMIENTO Y OBRA DEL REV.P. JOAQUÍN SÁENZ Y ARRIAGA SJ ( 3)



JUVENTUD CATÓLICA, REALIDAD Y PROMESA

El joven sacerdote jesuíta, al entrar de lleno a su ministerio en México, no perdió el tiempo en trabajos rutinarios ni comodones. En sus relaciones con el estudiantado de Guadalajara tomó interés en los problemas concernientes a los universitarios, hasta llegar a integrarse al movimiento de reconquista católica iniciado y continuado bajo diversos planes, coincidentes en el fin, divergentes en los medios.

Y aquí se impone una disgresión cuya importancia quedará establecida al observar los resultados alcanzados por la UNEC (Unión Nacional de Estudiantes Católicos) y otros grupos que, por su privacía, no han sido debidamente valorados en la historia contemporánea de México.

Para defender sus ideas y su misma existencia en la Universidad Nacional de México, los estudiantes católicos activos habían creado, en 1926, la Confederación Nacional de Estudiantes Católicos, cuyo primer asistente eclesiástico fue el jesuíta Miguel Agustín Pro Juárez, fusilado el 23 de noviembre de 1927, antes de que pudiese consolidar la obra iniciada.

Al finalizar el conflicto religioso, se reunieron unos cuantos miembros de la ya menguada Confederación Nacional de Estudiantes Católicos con el propósito de reanudar actividades. Alguien sugirió la conveniencia de consultar al padre Ramón Martínez Silva, S. J., dirigente de la Extensión Universitaria Católica, encargada de suplir en los estudiantes las deficiencias de su formación religiosa y filosófica. Visitaron al sacerdote en el Centro Cultural Labor, instalado en la calle de Cuba 88, ciudad de México.

El resultado de aquel encuentro fue la instalación, el día 31 de abril de 1931, del Comité Organizador de la Convención Iberoamericana de Estudiantes Católicos, auspiciada por la CNEC. Esta asamblea habría de verificarse en la capital de la República durante los festejos del IV centenario de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe.

"Clave de la propaganda preparatoria de la Convención fue el primer periódico estudiantil católico que toda una generación recuerda: Proa. (1) Proa fue obra y creación, en Guadalajara, de Antonio Gómez Robledo" (2), autor de la mejor semblanza del maestro Anacleto González Flores.

El día 8 de diciembre dio comienzo la Convención Nacional con una misa oficiada por el presbítero Miguel Darío Miranda, asistente eclesiástico de la recién establecida Juventud Católica Femenina Mexicana (JCFM), rama fundamental de la Acción Católica Mexicana (ACM), la cual quedó constituida con la antigua ACJM que se pretendió, con esta hábil maniobra, destruirla; la Unión Femenina Católica Mexicana (UFCM), en sustitución de la antigua y meritísima Unión de Damas Católicas, y la reciente Unión de Católicos Mexicanos (UCM), para adultos. La Confederación Nacional de Estudiantes Católicos fue transformada, bajo la dirección del padre Martínez Silva, S. J., en la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC). Luis Rivero del Val, presidente de la Confederación, entregó la presidencia de la UNEC a Manuel Ulloa Ortiz quien, a partir de entonces, fue considerado jefe moral de la Unión.

El 12 de diciembre se inauguró la Convención Iberoamericana con gran éxito. "Todo influyó, además, a la creación del ambiente. Las mismas circunstancias negativas exteriores, «la oposición adversaria que contribuyó un poco a la sinergización», según el pensamiento de Gómez Robledo, y la avidez interior que, como regresados de largos exilios espirituales, acicateaban a todos. . .

"Y la calidad de aquel puñado de muchachos. . .

"Y los maestros. Al lado del equipo más brillante de la Compañía de Jesús —padres Martínez Silva, Mariano Cuevas, Eduardo Iglesias, Francisco Stens, Francisco Portas, Joaquín Cordero, Joaquín Sáenz, el padre Saavedra, colombiano, entre otros hombres de altísima cultura universitaria..." (2)

En la capital de la República se realizó el Primer Congreso Nacional de la UNEC. Entre los días 10 al 20 de septiembre de 1933 se efectuaron las reuniones de la que salió reelecto presidente Manuel Ulloa Ortiz. (3) Tres temas fueron programados: El imperialismo, El problema agrario y Bibliografía del estudiante católico.

"Del primer tema habló el P. (Mariano) Cuevas y, sobre cuestiones agrarias hubo una acalorada e inolvidable polémica entre los padres (Julio) Vértiz y (Joaquín) Sáenz, perfilándose encontradas posiciones de «izquierdas» y «derechas».

"En la última reunión de este congreso nos hizo una viva historia de la Liga de Estudiantes Católicos quien fuera su presidente, don Pedro Duran, en presencia de su fundador, el P. Carlitos Heredia y de don Gabriel Fernández Somellera, presidente que fue del Partido Católico Nacional." (4)

Un año más tarde realizó la UNEC su segundo congreso, en el que resultó electo presidente Armando Chávez Camacho. Es muy significativo que los socios más prominentes de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos, figurasen como miembros distinguidos del Partido de Acción Nacional que habría de fundar, un lustro después, el licenciado Manuel Gómez Morín.(5) En esta lista aparecen los nombres de Luis Garibay, Luis Islas García, el mismo Chávez Camacho, el "Chino" Jesús Hernández Díaz, Armando Ramírez, Daniel Kuri Breña, Gumersindo Galván, Manuel Ulloa Ortiz, Gonzalo Chapela, Carlos Septién García, Luis Calderón Vega, Juan Landerreche Obregón. . .

El de 1934 fue un año en que se aceleró la transformación política y económica de México. Producto del régimen revolucionario, hizo su aparición el general Lázaro Cárdenas, de inocultable ideología marxista.

Calles, el hombre fuerte de México, pronunció el 29 de julio de 1934 un discurso en Guadalajara: "Es necesario —dijo— que entremos al nuevo periodo de la Revolución al que yo llamaría el periodo de la revolución psicológica o de conquista espiritual; debemos estar en ese periodo y apoderarnos de las conciencias de la niñez y de la juventud, porque la juventud y la niñez son y deben pertenecer a la Revolución. Es absolutamente necesario desalojar al enemigo de esa trinchera, y debemos asaltarla con decisión, porque ahí está la clerecía: me refiero a la educación, me refiero a la escuela."

Estaba por finalizar el interinato del presidente Abelardo L. Rodríguez, quien había sustituido al impopular Pascual Ortiz Rubio a la mitad del gobierno de marionetas movidas por el Jefe Máximo de la Revolución, general Plutarco Elias Calles; y don Abelardo, más empresario que ideólogo de izquierda, tuvo escrúpulos para autorizar, con su firma, una reforma radical del Artículo 3° de la Constitución, que fija las normas de la educación en México. En sus Memorias hace referencia a tal rechazo: "Se impugnó el proyecto de reformas al Artículo 3°, Constitucional, que propuso la educación socialista. . . Sostuve que se pretendía sustituir al fanatismo religioso con otro fanatismo: el socialista."(6)

Lamentablemente, aunque lo explica su filiación masónica, confundía el "fanatismo religioso" con el derecho a la libertad de creer y practicar la propia fe.

Nada haría retroceder a quienes se proponían imponer la dialéctica marxista en México, y apenas transcurridos doce días de haber tomado posesión del Poder Ejecutivo, el general Cárdenas promulgó las reformas al Artículo 3°, estableciendo la obligatoriedad de la educación socialista. Don Lázaro, adulado, transtornado por el coro de alabanzas emitidas por sus sectarios, pretendió llevar la reforma educativa a las universidades y, a principios de 1935, pidió al rector Ocaranza de la Universidad (Nacional Autónoma de México) se extendiese a las cátedras de ésta. Varios catedráticos eran, personalmente, adictos a las ideas socialistas o sus simpatizadores; pero todos rechazaron el dogmatismo que pretendían imponerles y defendieron la libertad de cátedra, abierta a toda investigación científica y filosófica." (7) Cárdenas tuvo que resignarse a contaminar únicamente las mentes infantiles.

Monseñor Leopoldo Ruiz y Flores, delegado apostólico, desde el exilio salió en defensa de los fueros de la conciencia católica: "En cumplimiento de nuestra misión divina, terminantemente prohibimos a los católicos, so pena de incurrir en las censuras establecidas por el Derecho Canónico, aprender, enseñar o cooperar eficazmente a que se aprenda o enseñe lo que se ha llamado en México «educación socialista». Porque la reforma del Artículo 3° de la Constitución se reduce al ataque sistemático de toda idea religiosa y a la propaganda perniciosa de las utopías del comunismo." (8) Al correr de los años, ¡cómo habrían de cambiar las directrices de la Santa Sede y la verticalidad humana de muchos prelados!

La existencia precaria de lo que fue la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, a la cual, por exigencia categórica del arzobispo Pascual Díaz y Bárreto hubo que amputarle el adjetivo "Religiosa", con sus consecuentes implicaciones de apoyo moral y crédito humano que había alcanzado, se sostenía con la comunicación entre antiguos cristeros que andaban, algunos de ellos, eludiendo el rencor asesino de milites y agraristas vengativos.

Surgieron algunos brotes de rebeldía armada, prontamente sofocados por el rechazo a una nueva "cristiada" de casi todo el Episcopado Nacional, que no sólo negó su reconocimiento a la Liga, coordinadora de estos inútiles heroísmos, sino que, en casos concretos, obispos hubieron que anatematizaron a quienes ofrendaban sus bienes y sus vidas por defender la libertad cívica y religiosa.

En el ámbito juvenil, hubo saludable respuesta a las avanzadas socialistas. Las agrupaciones católicas, UNEC y ACJM encauzaron la generosidad de los jóvenes hacia una mayor conciencia religiosa, dejando a un lado toda actitud política y aun social, de acuerdo con los términos derrotistas fijados en los Arreglos de 1929.

Desde el año 1933 se encontraba el padre Sáenz en Guadalajara. Asistía al templo de los jesuitas y tenía a su cargo la Congregación Mariana y la de San Luis Gonzaga. Compenetrado de la importancia que habían adquirido las "asistencias religiosas" en las agrupaciones de jóvenes, era llamado a importantes reuniones o asambleas juveniles, como la de la UNEC, antes mencionada, realizada en México en septiembre de ese año.

En este marco de actividades, a la que hay que añadir la de confesor de jóvenes y estudiantes, permaneció en la capital jalisciense todo el año 1934 y el de 1935, a mediados del cual —16 de julio— pronunció en la ciudad de México sus últimos votos. Recibió nombramiento de coadjutor espiritual; es decir, se le impedía ocupar puestos de gobierno en la Compañía. Tal actitud de sus superiores sólo se explica por la costumbre generalizada de así hacerlo con la mayoría de los jóvenes recién ordenados y también, posiblemente, por un recelo egoísta e injustificado hacia su advertida capacidad intelectual y espíritu de independencia, aunque el padre Sáenz había demostrado sensatez y capacidad de obediencia.

Al participar en la constitución y desarrollo de los grupos estudiantiles abocados a defender privadamente los principios religiosos y los derechos inalienables de la educación cristiana, no había hecho más que ser consecuente con la realidad mexicana de aquel tiempo. Don Joaquín sabía que no hay sociedad, por muy secreta que sea, capaz de conservar la doctrina social católica si sus miembros, si el medio ambiente en que germina y se desarrolla no está impregnado de fe, orientado con ejemplos válidos y dirigido con insospechada ortodoxia.

En su labor docente, para mejor orientar a la juventud dándoles razones para retornar a la confianza, tradujo la obra de un notable converso: John L. Stoddard, cuyo título revela la calidad orientadora del libro: Reedificando una fe perdida.

Aunque tipográficamente deja mucho que desear esta primera edición realizada por la editorial Layac, en México el año 1934, la favorable aceptación que tuvo demostró la utilidad del trabajo del traductor y anotador. En una de sus notas aclaratorias se anticipa a un grave dilema que afrontaría la Iglesia del postconcilio; el de la libertad de creencias: "Una cosa es la tolerancia en el orden de las personas y otra muy distinta, la tolerancia en el orden de las ideas. La primera eleva y ennoblece; la segunda abaja y envilece. . .

"Evidentemente la Iglesia Católica es y debe ser intolerante en su doctrina, porque esa doctrina constituye el precioso caudal de la Divina Revelación que para su custodia y fiel transmisión le dejó encomendado su Divino Fundador."

Compañero y amigo de algunos miembros notables de la Compañía de Jesús, el padre Sáenz Arriaga se distinguió en el campo social y educativo. Durante toda su vida tuvo la virtud de afianzar afectos perdurables. Entre sus amigos más adictos contáronse, desde su retorno definitivo a México, los padres Ramón Martínez Silva, Eduardo Iglesias, Carlos M. de Heredia (a quien sus cofrades habrían de someter a examen psiquiátrico, dizque porque estaba "loco"), José María Altamirano, José Antonio Romero, Alfredo Méndez Medina, Guillermo Terrazas y toda aquella pléyade de jesuítas desaparecidos que colocaron a la provincia mexicana en un lugar difícilmente alcanzado en todo el mundo durante la primera mitad del siglo XX. Después habría de llegar la traición que sumiría a la Orden de San Ignacio en el peor momento de su historia.

Los "Arreglos" habían tenido la fuerza necesaria para dividir por primera vez a los católicos practicantes. El espíritu de obediencia predominó en los más, que así resolvían, cómodamente, su compromiso interior. En otros perseveró el propósito de continuar luchando, de acuerdo con las circunstancias, siguiendo distintas tendencias y proyectos que acabaron por minimizar resultados.

La UNEC fue una de las instituciones eclesiásticas en la que prendió el deseo de abrir nuevos frentes. En Guadalajara, almacigo de cristeros, la Unión Nacional de Estudiantes Católicos desarrolló extensa y valiosa obra cultural, bajo la presidencia de Antonio Gómez Robledo y, después, de Francisco López González.

La ACJM, dentro de las limitaciones de su nueva estructura, reagrupaba a sus miembros y, discretamente, reconstruía los círculos preparatorios de piedad, estudio y acción limitada a la catequesis.

Carlos Cuesta Gallardo, sobrino del gobernador porfirista Manuel Cuesta Gallardo, precursor de una reforma agraria consecuente con la realidad mexicana, que por circunstancias políticas de la época no fue posible realizar, era un estudiante apasionado de la historia que, por decisión familiar, había tenido como maestro de la de México al padre Mariano Cuevas, S. J.

El gobierno del Estado de Jalisco, del que era titular Everardo Topete, de acuerdo con las tendencias sociopolíticas de la Revolución Mexicana, convirtió la vieja Universidad de Guadalajara en Universidad Socialista de Occidente. Muchos estudiantes la abandonaron.

Carlos Cuesta Gallardo, como presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios, dio la pelea contra los avances programados de la educación socialista, alentada por la irreligiosidad y anticlericalismo del Jefe Máximo de la Revolución, soslayada por el general Abelardo L. Rodríguez, desde la Presidencia de México y posteriormente "legalizada" por Lázaro Cárdenas.

En concurrida asamblea realizada el domingo 21 de octubre de 1934, la Federación de Estudiantes Universitarios de Jalisco demostró el unánime pensamiento y el propósito decidido de rechazar toda ingerencia socialista en la educación y en la vida nacional.

Fruto de aquella "magna asamblea" fue el manifiesto publicado, que terminaba con estas palabras solidarias de la actitud asumida por los estudiantes poblanos:

"No queremos socialismo porque queremos libertad. No queremos educación socialista porque queremos ser libres. No queremos la suspensión de la cátedra libre porque exigimos libertad."

Carlos y sus compañeros contaban con el apoyo de todas clases sociales y el respaldo moral de los educadores laicos y religiosos, entre ellos Sáenz Arriaga, discreto y prudente consejero, con carácter personal, de los universitarios.

El "Güero" Cuesta, como le decían familiarmente sus amigos, Ángel y Antonio Leaño Álvarez del Castillo, y Dionisio Fernández, todos ellos directivos de la Federación de Estudiantes Universitarios de Jalisco, sumaron recursos económicos y esfuerzos personales para fundar una universidad independiente del subsidio oficial.

El hecho culminante que provocó la creación de la nueva universidad tuvo lugar en la Plaza de Armas de la ciudad de Guadalajara.

En todo México cundía el disguto por la educación socialista. Los camisas rojas (9) —jóvenes reclutados con el señuelo de alcanzar beneficios económicos y prebendas políticas, precursores de los potenciales guerrilleros de hoy, dirigidos por activos marxistas-leninistas bajo el mando de Tomás Garrido Canabal, Secretario de Agricultura— se enfrentaban a estudiantes, a obreros, a gente de clase media aún incontaminada de la nefasta filosofía.

En Guadalajara, el 28 de febrero, miembros de la Federación de Estudiantes Universitarios fueron atacados por estos rojillos exaltados cuando rechazaban, en ordenada concentración, la escuela socialista.

El día 3 de marzo, un millar de personas se congregaron frente al Palacio de Gobierno a manifestar su repudio a quienes se oponían a la libertad de expresión y al rechazo de la educación socialista. Sorpresivamente fueron agredidas a balazos desde la residencia oficial. Espanto, gritos, carreras, desafíos temerarios. Heridos en el pavimento y tres muertos: el licenciado Salvador Torres González, catedrático universitario que quiso defender un grupo de niñas y recibió un balazo en el cuello; José López, obrero; Crescenciano Núñez, campesino. . .

Ese día aciago quedó formalmente fundada la Universidad Autónoma de Guadalajara de la que fue primer rector el licenciado Agustín Navarro Flores, conocido intelectual católico que había formado parte de la plana mayor de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa.

"Activamente, brillantemente el equipo de la UNEC, con los universitarios más destacados, participó en el movimiento, haciendo actuar en acciones solidarias de escala nacional a los grupos esparcidos por todo el país. Armando Chavez Camacho, entonces presidente de la CNE (Confederación Nacional de Estudiantes), se empeñó personalmente en la empresa..." (10)

Más tarde fue la lucha en el Consejo de la Universidad Nacional Autónoma de México, para que la nueva universidad jalisciense fuera reconocida y oficializada por la misma UNAM. También en esa ocasión vio la UNEC que su gente se hacía solidaria de los estudiantes tapatíos y que obtenían el espaldarazo de la Universidad Nacional.

Cuando la UNEC fue establecida en Guadalajara, en 1932, era Superior de los jesuítas en el Instituto de Ciencias, el R. P. Jesús Martínez Aguirre, E. J. Al finalizar 1934, éste y el joven presbítero Joaquín Sáenz Arriaga, S. J. estuvieron informados de la creación y las características de una sociedad local, cuyas actividades eran mantenidas en absoluta reserva, contrariamente a la eufórica y ostentosa labor de la UNEC. Así convenía actuar. La persecución religiosa permanecía latente; ahora estaba dirigida contra la libertad de enseñanza.

El grupo juvenil acaudillado por Carlos Cuesta Gallardo despertó los recelos de los entusiastas dirigentes de la UNEC, quienes vieron con sorpresa cómo la nueva Universidad Autónoma de Guadalajara era dominada por los miembros de esta misteriosa sociedad a la que se le dio el nombre de "Los Tecos".

Carlos González, presidente del grupo regional de la UNEC, no podía comprender la confianza que mostraba el padre Martínez Aguirre, S. J., hacia aquella agrupación independiente. Cuando éste se marchó a la ciudad de México para hacerse cargo del Instituto Patria, llegó a Guadalajara en su lugar el padre Manuel Figucroa, S. J., quien, puesto en el secreto, continuó soslayando esa extraña sociedad que parecía haber sobrepasado a la UNEC en organización e influencia en los medios católicos.

Hubo algunas discrepancias y rozamientos. El padre Sáenz tuvo diferencias de opinión con los dirigentes "tecos" de la Universidad Autónoma de Guadalajara, diferencias en asuntos de forma, nunca de fondo pues era natural que la Compañía de Jesús, habituada a la ciega obediencia de las instituciones puestas bajo su "asistencia religiosa", resintiera la verdadera autonomía de los consejeros responsables de la Universidad.

El Tercer Congreso Nacional de la UNEC tuvo lugar en México, durante el mes de septiembre de 1936. Daniel Kuri Breña ocupó la presidencia y, en el mes de abril del año siguiente, don Ramón Martínez Silva entregó la UNEC al brillante sacerdote recién llegado de los más acreditados centros culturales europeos: Jaime Castiello y Fernandez del Valle, S. J., miembro de una familia jalisciense. Entusiasta, preparado, dinámico, creativo, don Jaime no cumplía aún 40 años de edad. Su labor, que pudo ser valiosa, se truncó en un accidente automovilístico que le costó la vida el 28 de diciembre de 1937.

Cuando estuvo en Guadalajara, el padre Jaime Castiello, S. J., habló con el arzobispo Garibi Rivera, con Efraín González Luna, con Leaño; pidió una entrevista privada con Carlos Cuesta, que no se realizó, y otras personas del medio católico. Los jóvenes de la UNEC sospechaban que don Jaime andaba conspirando: "¡Conspiración muy inocente y hecha a la luz del día —escribe a su padre—. Aunque enteramente indigno, soy Asistente General de los grupos de acción católica del país." (11)

No cesaron los ataques a los "tecos". La UNEC estaba resentida por haber perdido su influencia en la Autónoma de Gualalajara.

En sustitución de Castiello fue nombrado el padre Julio Vértiz, S. J., célebre orador sagrado quien se hizo respetar y obedecer por los desorientados directivos de la UNEC, que se veían interferidos y acabaron por ser absorbidos por la ACJM, cuando a ésta se la privó de su fundador y asistente eclesiástico, padre Bernardo Bergoend, S. J., y se puso en su lugar al hermano de don Javier, el R. P. Alfonso Castiello, S. J., lo cual sucedió en octubre de 1940. Ese mismo año cesó el padre Julio Vértiz en la UNEC, y ocupó su cargo Enrique Torroella, S. J.

El Cuarto Congreso de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos se verificó en septiembre de 1938. El "Chino" Jesús Hernández Díaz resultó electo presidente. En el Quinto Congreso, ya con el padre Torroella como asistente eclesiástico, ascendió a la presidencia Luis Calderón Vega. Era el mes de diciembre de 1940 y, a principios de 1941, la UNEC fue desarticulada para intentar que sus miembros ingresaran el novedoso Movimiento Estudiantil y Profesional (MEP), de la ACJM. Como es de suponerse, tal pretensión fracasó rotundamente. Hubo un último congreso de la Unión, en diciembre de 1942, y tocó a Manuel Cantú Méndez la ingrata responsabilidad de dar por desaparecida para siempre esa Unión Nacional de Estudiantes Católicos, que contó con miembros sobresalientes, entusiastas, pero incapaces de conservar incontaminado ese organismo receptor de los más puros ideales juveniles.

Todo lo anterior viene a cuento para ofrecer un panorama de las influencias, intereses y maniobras que dentro de la Compañía de Jesús hacíanse, día a día, más notorias.

¿Qué fuerza extraña movía, en la sombra, los hilos de la trama?

Antonio Rius Facius

¡EXCOMULGADO!


NOTAS

1) Antes que Proa, otras publicaciones señalaron la presencia de la juventud. El Centro de Estudiantes Católicos lanzó, el 15 de septiembre de 1913, el primer número de su excelente revista mensual: El Estudiante, dirigida por Julio Jiménez Rueda; jefe de redacción, Alberto de María y Campos; administrador, Luis B. Beltrán y Mendoza. Posteriormente, en 1917, la Asociación Católica de la Juventud Mexicana publicó el periódico, también mensual, titulado ACJM, y, a partir de enero de 1920, editó su excelente boletín: Juventud, Católica.

2) Calderón Vega, Luis. Cuba 88. México, D. í\, 1959. Pág. 30.

3) En agosto anterior, "por indicación hecha a su favor por el maestro, licenciado don Manuel Gómez Morín", ingresó al Banco de Londres y México. Leal y eficaz colaborador en sus actividades financieras y políticas, se jubiló en julio de 1972.

4) « Ibídem. Pág. 47.

5) La OCA (Organización, Cooperación y Acción), mejor conocida como la "Base", en su sección 11, llamada Sinarquismo y Política, agrupó al campesinado en la Unión Nacional Sinarquista y, como órgano político, dio origen a un segundo Partido de Acción Nacional (en 1934, miembros del Centro de Estudiantes Católicos, habían fundado un partido político llamado Acción Nacional, intento inmaduro que sin sustentación jerárquica no pudo consolidarse) encabezado por el licenciado Manuel Gómez Morín. La asamblea constitutiva declaró del 17 de septiembre de 1939; y, el día 18, también en la ciudad de México tuvo lugar el Primer Consejo Nacional Sinarquista en el que entre otros, hicieron uso de la palabra Manuel Gómez Morín, Jesús Vértiz, Miguel Estrada Iturbide, Jesús Guiza y Acevedo e Isaac Guzmán Valdivia, todos ellos integrantes de la "Base", excepto Gómez Morín cuyos antecedentes liberales explican la independencia que, desde sus comienzos, obtuvo el PAN respecto al grupo secreto que había auspiciado su fundación. Transcurrido un lustro, en diciembre de 1944, el Jefe Nacional del Sinarquismo, junto con otros jerarcas, renunciaron a la dirección del Consejo Supremo de la "Base", lo cual contribuyó a que desapareciera esta ambiciosa organización. El Comité Episcopal presidido por el arzobispo Garibi Rivera, en vista de la "desobediencia y perjurio" "a las legítimas autoridades de la organización, declaró excomulgados a todos los jefes y miembros juramentados agrupados en torno al jefe Torres Bueno.''

No todos los prelados se plegaron a tan drástico castigo. El arzobispo de Durango, monseñor José María González y Valencia, decano del Episcopado, llevó dicha causa a Roma. La excomunión fue írrita en casi todas las diócesis.

La OCA había sido establecida en el año 1936 con la suma de miembros de la "U", de las "Legiones", de la "Unión popular", de la "Liga", de la "Guardia Nacional" o cristeros y restos de las "Brigadas Juana de Arco". El Episcopado Nacional no fue ajeno al proyecto que se consolidó con la adecuada representación de la Acción Católica Mexicana, federaciones y Confederación Católica del Trabajo, Obreros Guadalupanos, Unión Nacional de Estudiantes Católicos, Unión Femenina de Estudiantes Católicas y otros grupos. Un Consejo Supremo, desde la ciudad de México, controlaba las diversas secciones especializadas que llegaron a ser diecisiete, mediante desarrollo celular, conocido por todos los obispos en sus diócesis. La Compañía de Jesús, mediante "asistencias eclesiásticas", conducía las operaciones de las organizaciones católicas que antecedieron e integraron la OCA, cuyos directos responsables fueron los padres jesuítas Eduardo Iglesias, Joaquín Cordero B., Manuel Cordero y Joaquín Sáenz Arriaga.

Un esquema de lo que fue esta importante organización nos la ofrece el licenciado Rafael Capotillo Robles Gil en su obra La Universidad y la contra-universidad, impresa en México en 1978.

6) Rodríguez. Abelardo L. Autobiografía. México, I). F.. 1962. Pág. ISO.

7) Bravo Usarte, S. J„ Tose. La educación en México. Editorial Jus, S. A. México, I). F„ 1966. pág. 175.

8) Ruiz y Flores, Exmo. Dr. Leopoldo. Orientaciones y normas dadas por el Exmo. y Rev. Del. Aposl. San Antonio Texas. U. S. A., a 2 de febrero de 1935.

9) Dromundo, Baltasar. Tomás Garrido, su vida y su leyenda. Editorial Guarania, México, 1953. p. 114: "En los años 1934 y 1935 podía observarse que, si bien esos grupos dependían directamente de Garrido, las órdenes de éste eran transmitidas a los camisas rojas por medio de tres o cuatro personas de confianza..." p. 116: "Los camisas rojas, organizados militarmente, no siempre iban armados, pero ocasionalmente sí. Para entonces ya habían luchado contra los universitarios de México, en plena calle."

10) Calderón Vega. Luis. Ibidem. Pág. 145

11) Ortiz Monasterio, Xavier. Jaime Castiello, maestro y pula de la juventud universitaria. Editorial Jus, S. A., México, D. F., 1956. Pág. 290.

Fuente: Fundación San Vicente Ferrer

Respuestas a las objeciones contra la posición católica sedevacantista 5ª Objeción

5ª Objeción: La Iglesia no puede existir sin un Papa, o al menos no puede existir durante 40 años sin un Papa, como dicen los sedevacantistas…


Respuesta: La Iglesia ha existido por años sin un Papa, y lo hace cada vez que un Papa muere. La Iglesia ha experimentado un interregno papal (es decir, un período sin un Papa) más de 200 veces en diferentes tiempos en la historia de la Iglesia. El interregno papal más largo (antes de la apostasía del Vaticano II) fue entre el Papa San Marcelino (296-304) y el Papa San Marcelo (308-309). Duró más de tres y medio años [1]. Además, los teólogos enseñan que la Iglesia puede existir, incluso por décadas sin un Papa.

EL P. EDMUND JAMES O’REILLY  ANIQUILA  EL ARGUMENTO DE LOS NO SEDEVACANTISTAS SOBRE LA LONGITUD DE UN INTERREGNO PAPAL (UN PERÍODO SIN UN PAPA), MEDIANTE LA ENSEÑANZA DE QUE LA IGLESIA PUEDE EXISTIR SIN UN PAPA POR DÉCADAS.

El P. Edmund James O’Reilly fue un teólogo eminente que vivió en la época del Vaticano I. Escribió después del Vaticano I y sus definiciones sobre la perpetuidad del oficio del Papa. Enseñó que Dios podía dejar a la Iglesia sin un Papa por más de 39 años, por ejemplo: durante todo el lapso del Gran Cisma de Occidente (1378-1417). Aquí hay una cita de una argumentación del Padre O’Reilly del Gran Cisma de Occidente:

“Podemos terminar aquí de preguntarnos de lo que se ha dicho de esta posición, en esa época, de los tres reclamantes, y sus derechos respecto al  Papado.  En primer lugar, se produjo todo completo, desde la muerte de Gregorio XI en 1378, un Papa – con  excepción, por supuesto, de los intervalos entre  muertes y  elecciones para llenar las vacantes por eso creadas.  Había, yo digo, en cada tiempo dado, un Papa, realmente investido de la dignidad del Vicario de Cristo y Cabeza de la Iglesia, cualesquiera que sean las opiniones que pudieron existir  en relación a su autenticidad; que un interregno que cubre todo el período no sería algo imposible o inconsistente con las promesas de Cristo, porque esto no está por ningún medio manifestado, pero que, en realidad, no hubo tal interregno”[2].

El P. O’Reilly dice que un interregno (un período sin un Papa), que abarca todo el período del Gran Cisma de Occidente no es en absoluto incompatible con las promesas de Cristo sobre su Iglesia. El período del cual está hablando el P. O’Reilly comenzó en 1378 con la muerte del Papa Gregorio XI y finalizó esencialmente en 1417, cuando el Papa Martín V fue elegido. Eso sería un interregno de 39 años (período sin un Papa). Y el P. O’Reilly fue uno de los teólogos más eminentes del siglo XIX.

Es evidente que el P. O'Reilly está de parte de aquellos que al rechazar a los antipapas del Vaticano II, mantienen la posibilidad de una vacante en la Santa Sede por un período largo. De hecho, en la página 287 de su libro, el P. O’Reilly escribe esta advertencia profética:

“El gran cisma de Occidente me sugiere una reflexión que me tomo la libertad de expresar aquí. Si este cisma no hubiera ocurrido, la hipótesis de que tal cosa sucediera, parecería a muchos algo quimérico [absurdo]. Dirían que no podría ser; Dios no permitiría que la Iglesia llegara a una situación tan infeliz. Las herejías podrían surgir y extenderse y durar  penosamente mucho tiempo, a través del error y la perdición de sus autores y cómplices, al gran peligro también de la fe,  aumentado por  las reales persecuciones  en muchos lugares donde los herejes eran dominantes. Pero que la verdadera Iglesia podría permanecer entre treinta y cuarenta años sin un Jefe bien elegido y representante de Cristo en la tierra, esto no podría ser. Sin embargo, ha sido, y no tenemos ninguna garantía de que no volverá a ocurrir otra vez, aunque fervorosamente esperamos lo contrario. Lo que puedo inferir es que no hay que estar demasiado seguros para afirmar sobre lo que Dios puede permitir. Sabemos con absoluta certeza que Él cumplirá sus promesas. (…) También podemos confiar  que Él hará mucho más de lo que Él se ha obligado a Sí mismo por sus promesas. Podemos mirar hacia adelante  con alegres  probabilidades de dispensas para el futuro de algunos de los problemas y  desgracias que han acontecido en el pasado. Pero nosotros, o nuestros sucesores en las futuras generaciones de cristianos, quizás verán   extraños males que ya han sido experimentados, incluso antes del inmediato acercamiento a esa gran tribulación de todas las cosas en la tierra que precederá el día del juicio. Yo no me declaro un profeta, ni pretendo  ver infelices sucesos, de los cuales no tengo conocimiento alguno. Todo lo que trato de dar a entender es que las contingencias en relación con la Iglesia, que no están excluidas por las promesas divinas, no pueden ser consideradas como prácticamente imposibles, sólo porque ellas serían terribles y peligrosas en un grado extremo[3].

Esto es un punto excelente. El P. O'Reilly está diciendo que si el Gran Cisma de Occidente nunca hubiera ocurrido la gente diría que tal situación (tres reclamantes en competencia al Papado sin ninguna comprobación de un jefe por décadas) es imposible – así como hoy dicen aquellos que la “tesis” sedevacantista es imposible, a pesar de que los hechos demuestran que es cierto.

El Gran Cisma de Occidente sí ocurrió, dice el P. O’Reilly, y no tenemos ninguna garantía de que cosas peores, que no están excluidos por las promesas divinas, no sucederán. No hay nada en contra de la indefectibilidad [que es una de las propiedades esenciales de la Iglesia] en decir que no hemos tenido un Papa desde la muerte de Pío XII en 1958.  Todo estaría  en contra de la indefectibilidad de la Iglesia Católica al afirmar que verdaderos Papas podrían promulgar el Vaticano II, apoyando oficialmente a las religiones falsas y paganas, promulgando la Nueva Misa protestante, y sosteniendo que los no católicos no necesitan convertirse para la salvación. Que la Iglesia esté sin un Papa por un largo período en la Gran Apostasía es el castigo infligido por Dios a nuestra generación por la maldad del mundo.

La profecía de San Nicolás de Flüe (1417-1487): “La Iglesia será castigada porque la mayoría de sus miembros, grandes y pequeños, se pervertirán. La Iglesia se hundirá más y más, hasta que, finalmente, parecerá haber quedado destruida, y la sucesión de Pedro y de los demás Apóstoles parecerá haber terminado. Pero después de esto, será exaltada triunfalmente a la vista de todos los que dudaban”[4].


[1] Denzinger 51-52e; Warren H. Carroll, A History of Christendom [Una Historia de la Cristiandad], Vol. 1 (The Founding of Christendom [La Fundación de la Cristiandad]), edición inglesa, p. 494; J.N.D. Kelly, Oxford Dictionary of Popes [Diccionario de los Papas de Oxford], edición inglesa, Oxford University Press, 2005, p. 25.
[2] P. Edmund James O’Reilly, The Relations of the Church to Society – Theological Essays [Las relaciones de la Iglecia con la Sociedad – Ensayos Teologicos], edición inglesa, 1882.
[3] p. O’Reilly, The Relations of the Church to Society Theological Essays, edición inglesa, p. 287.
[4] Yves Dupont, Catholic Prophecy [Profecía Católica], edición inglesa, Rockford, IL: Tan Books, 1973, p. 30.


Fuente: La verdad de lo que le pasó realmente a la Iglesia Católica después del Vaticano II, escrito por los Monjes Benedictinos, Dom Michael Dimond OSB y Dom Peter Dimond OSB, Monasterio de la Sagrada Familia, EEUU. 

martes, 15 de febrero de 2011

LEA Y BAJE EL LIBRO DE LA SEMANA



Descripción de la Obra:

Tratado de ascética y mística expuesto en forma esquemática siguiendo a Santo Tomás de Aquino, San Juan de la Cruz y San Francisco de Sales. En este obra encontrará las fuentes de la vida interior y su fin, la purificación, elevación y perfección del alma en los principiantes, adelantados y perfectos en su camino de búsqueda y posesión de Dios.  


Ésta es una de las obras maestras de verdadera espiritualidad católica de nuestra época. Es un compendio preciso y profundo, pero accesible, de las principales fases que las almas suelen atravesar en su relación con Dios.

Descripción del autor:


Rev.P. Fray Réginald Marie Garrigou-Lagrange, O.P. (21 de febrero, 1877, Auch, Francia – 15 de febrero, 1964, Roma) fue un teólogo y filósofo dominico francés, generalmente aceptado como uno de los más grandes tomistas del vigésimo siglo.







Vida. Teólogo, y también filósofo de fama internacional, n. en Auch (Francia) el 21 feb. 1877. Después de estudiar Humanidades en Roche-sur-Yon, Vendée, Nantes y Tarbes, elige la carrera de Medicina. Mientras la cursa, en Burdeos, 1897, lee L'Homme, de E. Hello; ese libro, que es un estímulo para realizar la existencia humana a un nivel superior a la mediocridad, provoca en G. L. la decisión fundamental de su vida: abraza el estado religioso. Novicio dominico en Amiens, se forja su espíritu en las virtudes y en el estudio. El P. A. Gardeil descubre pronto sus valores, y lo orienta al trato familiar y apasionado con S. Tomás y los grandes Comentaristas; para perfeccionar su formación intelectual, lo envía a la Sorbona; allí reina el modernismo  y G. LAGRANGE, que no lo soporta, obtiene licencia para abandonar París. VIaja a Viena, frecuenta algunos meses la Universidad de Friburgo -donde conoce a Norberto del Prado, un teólogo que le impresionó profundamente- y, en fin, entra en 1905 a formar parte del equipo de profesores de Le Saulchoir.

En 1909, al abrirse el Angelicum, Ateneo Pontificio, hoy Universidad de Santo Tomás, comparte con J. G. Arintero la cátedra de Teología Fundamental, explicando el tratado De revelatione. Pasa más tarde a la cátedra de teología dogmática, da cursos sobre la Metafísica de Aristóteles, y, sobre todo, escribe libros. A las clases y a las publicaciones consagra 50 años, alternando los trabajos profesorales con el servicio a la Santa Sede en calidad de teólogo estimadísimo y con el ministerio pastoral, que amaba entrañablemente. Se jubiló en 1960, y m. el 15 feb. de 1964 en Roma.

Producción literaria y doctrina. El legado literario de G. LAGRANGE es cuantioso y variado. Sus lecciones, famosas por la pasión, la claridad y la solidez, fructificaban en artículos y libros, universalizando así su magisterio. La mayor parte de su producción escrita es, en efecto, fruto de la enseñanza académica, y, por tanto, refleja los rasgos típicos de su pedagogía escolar. El éxito de sus obras fue enorme, escritas originalmente en latín y en francés, obtienen traducciones al alemán, español, inglés, italiano y polaco. Aun dentro de la unidad interna de su contenido ideológico, la obra escrita de G. LAGRANGE abarca cuatro extensos ramos: Apologética, Filosofía, Teología dogmática y Espiritualidad.

En Apologética su obra máxima es De Revelatione, en 2 vol., manual clásico, que vio la luz en 1918 (4 ed. Roma 1945). Situado en una zona neutra entre dos" mundos, el de la razón y el de la fe (cfr. S. Giuliani, G.-L. Apologeta, «Angelicum» 42, 1965, 117-136), G.-L. expone los motivos de credibilidad de las verdades reveladas; la estructura de la obra comprende dos partes: la la sobre la necesidad y cognoscibilidad de la Revelación; la 2a sobre su existencia. El recurso incesante a los grandes principios de la metafísica no obsta para que el autor niegue autonomía a la Apologética y la incluya en la Teología, exigiéndole un método rigurosamente objetivo.

En Filosofía G. L. pertenece a la Neoescolástica instaurada por la enc. Aeterni Patris (1879) de León XIII. Ya desde joven G. LAGRANGE descubre cuál va a ser su itinerario filosófico: desvelar y debelar los riesgos del inmanentismo modernista de Bergson y Le Roy, apoyándose en el realismo de la crítica y ontología tomistas como base de una teología natural del ser que se proyecta a la demostración de la existencia y naturaleza de Dios. Su primer escrito, 1904, es una nota sobre la prueba de la existencia de Dios por los grados del ser; en 1907 insiste en un ensayo sobre el panteísmo de la «nueva filosofía» y las pruebas de la trascendencia de Dios; en 1909 publica en París el libro Le sens commun, la philosophie de 1'étre et les formules dogmatiques (El sentido común, la filosofía del ser y las fórmulas dogmáticas 3 ed. Buenos Aires 1944). G. LAGRANGE es, ante todo, un temperamento metafísico, un defensor del ser frente al fenómeno (cfr. el cap. «El verbo ser, su profundo sentido y su alcance» en El sentido del misterio y el claroscuro intelectual, Buenos Aires 1945, 61-84; Le sens du mystére et le clair-obscur inteleectuel, París 1934); el sentido común es puerta de acceso al ser (Criteriología); éste, encontrado en su realidad extramental, descubre sus estratos a través de su estructura profunda (Ontología); el proceso termina en Dios, el Ser por antonomasia, meta de toda la filosofía de G.-L. Dieu, son existente et sa nature, París 1914 (Dios, su existencia y su naturaleza); Dios al alcance de todos (Barcelona 1942); Dios. La naturaleza de Dios. Solución de las antinomias agnósficas (Buenos Aires 1950) son hitos de su legado filosófico (cfr. A. Lobato, Itinerario filosófico de G.-L., «Angelicum» 42,1965,53116).

Como profesor y escritor de Teología dogmática, G. LAGRANGE sigue la Summa theologiae, que es «su» libro; seis tomos de comentarios, de corte clásico, ayudándose en Cayetano y Juan de Santo Tomás; una serie innumerable de artículos y algunas «obras mayores» son índice de su fidelidad al neotomismo, al mismo tiempo que revelan las cualidades peculiares del autor: defensa y exposición de la doctrina del «Doctor Común», descubrimiento y flagelación del inmanentismo modernista. Para G. LAGRANGE, que lo conoció tan al vivo al empezar el s. XX, el modernismo es un enemigo que no muere. Basta recordar su sonoro grito de alarma en 1946: La nouvelle théologie, oú va-t-elle? («Angelicum», 23,1946, 126-145). La enc. Humani generis (1950), de Pío XII, ratificó muchas de las tesis por las que G.-L. había luchado en sus clases y en sus libros. Otro tema que cultivó con especial atención fue el de la gracia y la predestinación. También en este campo se muestra inflexible con el «neomolinismo» y la teoría de Marín-Sola, poniendo de relieve, por una parte, su garra polémica y, por otra, su entronque con el tomismo español del s. XVI.

Con todo, donde G.-L. destacó más fue en el campo de la Espiritualidad. En 1909 leyó La evolución mística de Arintero. Esta obra ejerce en él un influjo parejo al libro L'Homme. El proselitismo del genial restaurador de la mística ganó en G. LAGRANGE a su más valioso discípulo. G.-L. lo declara: «Tuvo en mí gran influencia y me aclaró importantes puntos, que traté de exponer en seguida según la doctrina de Santo Tomás» (Evolución mística, Madrid 1952, L-LI). En 1917 abre una cátedra de Ascética y Mística, la primera de esta disciplina en una Facultad eclesiástica y la última que abandonara, vencido por los años, en 1960; en 1919 alienta la fundación de la revista «La vie spirituelle» y se convierte en principal redactor; en 1923 reúne sus lecciones y artículos en Perfection chrétienne et contemplation selon S. Thomas d'Aquin et S. Jean de la Croix (Sannt-Maximin, 2 vol.), obra representativa, polémica a grandes trozos, en la que trata de armonizar la teología ontológica de la gracia con las descripciones psicológicas de S. Juan de la Cruz y de proseguir, desde el ángulo tomista, la ruta abierta por Arintero en la Teología Espiritual. G. L. luchó por las ideas de unidad de la vida cristiana, por el concepto de mística como desarrollo normal de la vida cristiana, por la vocación de todos los cristianos a la perfección, etc. Tesis arinterianas, que había que remozar a fuerza de esclarecer principios «tradicionales» olvidados y enturbiados en los últimos siglos. G.-L. prosiguió ese camino, al ritmo de sus cursos magistrales, y fueron apareciendo nuevas obras, culminando con Les trois áges de la vie intérieure, 2 vol. París 1938 (trad. esp. Las tres edades de la vida interior, 2 vol. trad. esp. Buenos res 1945), en la que, limando al máximo las aristas polémicas, expone los principios comúnmente admitidos. Como en su itinerario filosófico, también aquí G.-L. apunta... a Dios, pues la vida interior es «un preludio» de la vida del cielo. Dentro del arco de este grupo de escritos de G.-L. hay que mencionar: L'amour de Dieu et la Croix de fésus, Juvisy 1929; La providente et la confiance en Dieu, París 1932; La Madre del Salvador y nuestra vida interior (París 1941, Buenos Aires 1947); los dos preciosos tratados, procedentes también de la cantera escolar, La santificación del sacerdote (Madrid 1953; primera ed. en latín, Roma 1946) y La unión del sacerdote con Cristo (Madrid 1955; primera ed. en latín, Roma 1948).

G.-L. dedicó su vida entera a lo que él namaba las «tres sabidurías» o ciencias de las cosas por su causa suprema: la Metafísica, la Teología y la Mística. Poco a poco, en escala armónica y ascendente, se va inclinando por la última. Su figura descuella entre los más [fieles] pensadores católicos de la primera mitad del s. XX; irradió poderosamente su doctrina, a través de la cátedra y los libros, a dos generaciones, incluso en países lejanos, como Argentina y Polonia.

A. HUERGA TERUELO.

BIBL.: B. ZORCOLO, Bibliografía del P. Garrigou-Lagrange, «Angelicum» 42 (1965) 200-272; A. HUERGA, Garrigou-Lagrange, maestro de la vida interior, «Teología Espiritual» 8 (1964) 463-486; M. - B. LAVAUD, Le P. Garrigou-Lagrange, «Revue Thomiste» 64 (1964) 181-199; R. GAGNEBET, L'oeuvre du P. Garrigou-Lagrange: itinéraire intellectuel et spirituel vers Dieu, «Doctor communis» 17 (1964) 159-182; R, MARIMÓN, Muere el P. Garrigou-Lagrange, «Horizontes», Puerto Rico 7 (1964) 36-42; 1.-R. SANZ, Por qué me hice sacerdote, Salamanca 1959, 199-200; R. GARRIGOU-LAGRANGE, Lettres de la ieunesse au P. Ambroise Gardeil (1903-1909), «Angelicum» 42 (1965) 137-194 (ed. F. VON GUNTEN).

Fuente: GER




Indice de la obra


LAS TRES EDADES DE LA VIDA INTEROR


PREFACIO

INTRODUCCIÓN

I. LA ÚNICA COSA NECESARIA

II. LA ÚNICA, COSA NECESARIA EN NUESTRA ÉPOCA

III. OBJETO DE ESTA OBRA

IV.EL OBJETO DE LA TEOLOGÍA ASCÉTICA Y MÍSTICA

V. EL MÉTODO EN LA TEOLOGÍA ASCÉTICA Y MÍSTICA

VI.COMO CONCEBIR LA DISTINCIÓN Y LAS RELACIONES ENTRE LA ASCÉTICA Y LA MÍSTICA

VII. DIVISIÓN DE ESTA OBRA

PRIMERA PARTE

LAS FUENTES DE LA VIDA INTERIOR Y SU FIN

C. 1 LA VIDA DE LA GRACIA,

C. 2 LA V IDA INTERIOR

C. 3. DEL ORGANISMO ESPIRITUAL

C. 4. LA SANTISIMA TRINIDAD,

C. 5 INFLUJO DE CRISTO REDENTOR

C. 6. LA INFLUENCIA DE MARIA MEDIADORA

C. 7. DEL AUMENTO DE LA VIDA DE LA GRACIA

C. 8. LA PERFECCIÓN CRISTIANA.

C. 9. GRANDEZA DE LA PERFECCIÓN CRISTIANA

C. 10. PERFECCIÓN Y HEROISMO

C. 11. LA PLENA PERFECCIÓN CRISTIANA