lunes, 21 de marzo de 2011

HOY SE CONMEMORA EL TRÁNSITO AL CIELO DE SAN BENITO ABAD - FIESTA PARA TODOS LOS BENEDICTINOS



FRATERNIDAD SEGLAR SAN BENITO

NOVENA

EN HONOR DE
San Benito

“Que en todas las cosas sea Dios glorificado.”
(Regla de San Benito, Cap. 57)





SAN BENITO DE NURSIA
Fundador de la Orden Benedictina y
Patriarca de la Vida Monástica
Occidental 
Introducción
Del latín "novem", nueve. La novena es una devoción de oración privada o pública de nueve días para obtener alguna gracia o intención especial.
Hay novenas dedicadas a Nuestro Señor, al Espíritu Santo, como también a la Virgen María o a los santos. La sucesión de nueve se referirse por lo general a días consecutivos (Ej.: nueve días previos a una fiesta). Pueden ser nueve días específicos de la semana o del mes (Ej.: nueve primeros viernes). Algunas novenas tienen una larga tradición asociada con la devoción a un santo o a una promesa recibida en revelación privada. 
Aunque las novenas no son parte de la liturgia oficial, muchas tienen recomendación eclesiástica. Las novenas nos ayudan en nuestra oración cuando están adecuadamente valoradas en el contexto de una sólida doctrina.
Al pedir la intercesión de un santo debemos desear imitar sus virtudes aprendiendo de su vida a ser mejores cristianos. La novena no debe reducirse a una superstición o a solo buscar un deseo personal sin abrir el corazón a Dios y someterse a su voluntad. Una novena bien hecha es un medio para intensificar la intercesión.
Mientras las octavas tienen un carácter festivo, las novenas generalmente se hacen para lograr una intención o para orar por los difuntos.
Aunque las novenas son muy antiguas, no fue hasta el siglo XVII que la Iglesia formalmente concedió la primera indulgencia a una novena en honor a San Francisco Javier, otorgada por el Papa Alejandro VII.
Esta novena en honor de San Benito puede hacerse en cualquier tiempo durante el año, por ejemplo, durante los nueve días que preceden a las grandes fiestas benedictinas como la Muerte de San Benito (21 de marzo), la Solemnidad de San Benito (11 de Julio), la fiesta de Todos los Santos de la Orden Benedictina (13 de noviembre) y la fiesta de Santa  Escolástica (10 de febrero).
Como es el martes el día escogido por la Iglesia para honrar a San Benito, esta Novena se hace con mayor propiedad durante cualesquiera nueve martes sucesivos. Todos los días de esta novena deben comenzar con las oraciones que aparecen en la siguiente y terminar con las letanías en honor de San Benito.
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¿Cómo se reza?
  1. Invocación a la santísima Trinidad:  En el nombre del Padre… luego un Gloria
  2. Oración inicial (una de las cinco fórmulas).
  3. Lectura y meditación del día correspondiente.
  4. Antífona del día del día correspondiente.
  5.  Rezo de las letanías a San Benito
  6.  Oración final
ORACIONES INICIALES (optativas)
  1. Levanta, Oh, Señor, en Tu Iglesia, el espíritu con el cual estaba animado el santo Abad Benito, para que llenos de ese espíritu podamos aprender a amar lo que él amaba y practicar lo que él enseñaba. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
  1. Oh mansísimo Jesús, humildemente imploro Tu misericordia por los méritos e intercesión de Tu confesor, nuestro Santo Padre Benito, para que te dignes iluminar las tinieblas de mi corazón con la luz de la divina sabiduría, dirigir mi mente hacia las cosas del cielo, crear en mí santos afectos y un corazón puro, y aumentar en mí, deseos justos y enseñarme las obras perfectas que me fortalezcan y ayuden en Tu santo servicio. Tú que vives y reinas con Dios Padre en unidad del Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.
  1. Oh Padre bendito, San Benito, que fuiste favorecido por Dios, tanto por la gracia como por el nombre, y que encontrándote de pie en oración y con los brazos extendidos al cielo, depositaste felizmente tu espíritu angélico en manos de tu Creador, y has prometido defender celosamente contra todas las asechanzas del enemigo en su última lucha con la muerte a todos los que a diario te recuerden tu gloriosa partida y tus alegrías celestiales; yo te imploro, Oh glorioso Padre, que me ofrezca tu protección en este día y todos los días con tu santa bendición, para que nunca me separe de nuestro amado Señor, ni me aleje de tu compañía ni de la compañía de todos los bienaventurados. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
  1. ¡Oh admirable San Benito, yo te saludo por mediación del dulcísimo Corazón de Jesús! Siento gran regocijo por tu gloria y le doy gracias a Nuestro Señor por todos los beneficios que ha derramado sobre ti; honro al Señor y lo glorifico y te ofrezco, para mayor alegría y honra tuya, al dulce Corazón de Jesús. Dígnate, Oh amado Padre, orar por nosotros para que podamos ser más agradables al Corazón de Dios. Amén.
  1. Oh bendito Padre, San Benito, por tu vida ejemplar y tu preciosísima muerte, bendíceme y obtén para mi la gracia de que algún día alcance la gloria eterna en la patria celestial. Amén.
DÍA PRIMERO
Espíritu de rechazo a lo mundano

San Benito, padre y fundador de la gran Orden Benedictina que ha dado a la Iglesia treinta Papas y más de cincuenta mil Santos, nació de una familia de distinción en la provincia de Nursia, Italia, en el año 480.
           Siendo joven fue enviado Benito, según la costumbre de la época, a la ciudad de Roma para recibir instrucción. Viendo la vida depravada que muchos de sus compañeros de estudio llevaban allí, y temeroso de convertirse en mundano y de caer en igual perversidad, huyó de Roma. En la vida de San Benito, escrita por San Gregorio Magno, que fue el primer Papa Benedictino, nos dice éste que despreciando Benito sus libros, abandonando la casa paterna y sus riquezas, y deseando tan sólo servir a Dios, buscó la manera que le permitiera vivir santamente.”
           Benito viajó hasta sitios muy apartados de Roma, al principio en compañía de su nodriza y luego él  sólo, hasta que encontró en un paraje despoblado llamado SUBIACO, el lugar que buscaba. En este escarpado y solitario desierto pasó tres años haciendo oración y ayunando, sin que nadie lo conociera a excepción de un monje de un monasterio vecino, que era su consejero espiritual. Atraído por su santidad y por sus milagros, empezaron al fin a rodearle hombres de igual mentalidad y tuvo  pronto la oportunidad de fundar con ellos un monasterio en Subiaco que aún en nuestros días se levanta como un monumento a su nombre.
Ciertos corazones envidiosos, dirigidos por un sacerdote renegado, obligaron a Benito a dejar su tranquilo hogar en Subiaco. Viajando rumbo al sur, estableció  el famoso monasterio de Monte Casino, a la mitad del camino entre Roma y Nápoles. Fue allí en donde perfeccionó su famosa Regla y trazó las líneas por las cuales debía desarrollarse la Orden y, en su desarrollo, difundir la luz de la Fe  y de la sabiduría por toda la Europa Occidental.  En Monte Casino vivió Benito hasta su muerte (la cual ocurrió allá para el año 547), ejercitándose en la práctica de todas las virtudes y en un gobierno prudente y santo que Dios bendijo con numerosos seguidores.

“Apártate de las costumbres mundanas” (Regla, cap. 4)

Este mundo es un mar, peligroso por sus bajíos y tempestades,  plagado de poderosas pasiones que son como otros tantos monstruos. Si lo amas, te dominará. Nuestro Señor nos previene a menudo contra los peligros del mundo.
Nuestro Señor nos ha escogido a nosotros en este mundo, aún cuando no nos ha llamado El a la soledad como a San Benito. Su deseo es que le sirvamos en este mundo, que estemos en el mundo y sin embargo no seamos de él. El mejor modo de hacer esto es imitando a San Benito. “Porque, ¿de qué sirve al hombre el ganar todo el mundo, si pierde su alma? (Mateo, XVI, 26).

ANTIFONA

Oh  modelo de vida celestial, maestro y guía nuestro, Benito, cuyo espíritu se regocija con Cristo en el Cielo, Oh  amante pastor, guarda tu rebaño, fortalécelo con tus santas oraciones, alumbra el camino y guíanos hacia el reino de Dios.

ORACIÓN FINAL

Oh Señor Jesucristo que le pediste a Tu Padre que conservara a Tus discípulos sanos y salvos en medio de los peligros del mundo, y guiaste a Tu siervo Benito siendo joven aún para que saliera de los peligros del mundo y viniera a Ti en la soledad, concédenos, te suplicamos, que por su intercesión también seamos nosotros preservados de todo mal y vivamos santamente. Amén.
DIA SEGUNDO
El Amor de Nuestro Señor
“Entre los muchos dones maravillosos que hicieron famoso a este varón” dice San Gregorio, “encontramos también la habilidad, conspicua en él, que tenía para enseñar. Redactó una Regla para monjes, escrita en estilo clarísimo, que es notable por lo discreto. De suerte que si alguien desease conocer más a fondo su carácter y su vida, podría encontrar en los capítulos de esa Regla todo lo que él hizo como preceptor de monjes; porque este  hombre santo no podía, en puridad de verdad, enseñar nada que se apartara de su modo de vivir”.
San Benito llama a su monasterio “escuela del servicio del Señor”.   Al principio mismo de su Regla les dice a los monjes que ellos han de ser soldados de Cristo.   Les invita a que digan “el camino del Señor guiándose por su Evangelio.”   Le dice al Abad que él desempeña en el monasterio el papel de Cristo y a los monjes que deben obedecer a éste como a su Dios, porque esa obediencia es propia de los que tienen a Cristo por sobre todas las cosas”.   Les urge a que practiquen la humildad para que hagan todas las cosas por el amor a Cristo.   Les dice que reciban a los huéspedes como a Cristo mismo, porque las atenciones que se les dispensen a ellos es a Cristo a quien se le dispensan.    Y resume sus enseñanzas en estas palabras: “Sobre todo que no deseen ellos nada con preferencia a Cristo, y que sea El quien nos guíe a todos por igual hacia la vida eterna.”
Hubo un ermitaño, nos cuenta San Gregorio, que había vivido durante muchos años en la soledad de una montaña de la Campania.  Este santo varón se había atado el pie a una e las paredes de su cueva con una cadena de hierro, de manera que no podía abandonar su retiro, n siquiera moverse a mayor distancia de la que la cadena le permitía.   Cuando San Benito se enteró de esto, le envió al ermitaño el siguiente mensaje con uno de sus discípulos: “Si eres un verdadero siervo de Dios, que no sea una cadena de hierro la que te aprisione sino la cadena del Cristo mismo”.  Inmediatamente se quitó el ermitaño la cadena y desde entonces fue fiel a sus votos tan sólo por su amor a Nuestro Señor.
REGLA DE SAN BENITO
Cap. 4 nos dice: “No antepongas nada al Amor de Cristo”
“Jesús quiere ser sólo amado sobre todas las cosas.   El amor de las criaturas es mentiroso y mudable; el amor de Jesús es fiel y constante.   El que se apega a la criatura, caerá con apoyo frágil;  el que se abraza a Jesús, será siempre inquebrantable.” (Imitación de Cristo, Libro II, Cap.)
Nuestro Señor llamó hacía Sus discípulos diciéndoles; Venid y seguidme.”   Esa misma invitación se la hace a todos los cristianos.    Toda alma que es admitida en la Iglesia está en el deber de seguir a Nuestro Señor.  Este deber no es pesado.   Tenemos el ejemplo de los Santos para probar que es dulce y delicioso este deber.     “Porque suave es mi yugo, y ligero el peso mío”  (Mateo, 30).   Con su amor como el principio activo de nuestra vida, ningún peligro nos atemorizará, ninguna dificultad nos descorazonará, sino que alegremente iremos hacia delante hasta alcanzar la meta de la eternidad.

ANTIFONA
El hombre de Dios, Benito, estaba lleno del espíritu del justo; que él interceda por nosotros con Nuestro Señor Jesucristo.
ORACION FINAL
Oh Señor Jesucristo que enseñaste a San Benito a hacerlo todo por su amor a Ti y a enfocarlo todo hacia ese amor para que amándote sobre todas las cosas podemos seguir con dulzura indecible el camino de Tus Mandamientos.    Amén.
DIA TERCERO
Espíritu de Oración.
Los tres años que pasó San Benito en la cueva de Subiaco fueron años de austeridad y oración, en comunión, estrecha  con Dios.   En el camino que conduce de Roma a Subiaco encontró a Benito a un monje de nombre Romano.  A este monje le expresó su deseo de servir a Dios por medio de la Oración en la soledad, y Romano a su vez le dio un hábito al monje y le ayudó cuanto pudo, guardando en secreto el sitio de su retiro.  Según nos cuenta San Gregorio, acostumbraba Romano escaparse de su monasterio para llevarle s San Benito una parte del alimento destinado para sí, pero debido a que la cueva en que San Benito se había albergado se encontraba en el fondo de un risco muy empinado, se veía obligado a hacer llegar el alimento hasta el santo por medio de una soga.
Tres de los monasterios que San Benito fundara más tarde en Subiaco estaban situados en la cima de las montañas y para coger el agua tenía los monjes que bajar por las empinadas laderas, lo cual resultaba difícil y peligroso. Llenos de angustia se acercaron un día a San Benito y le explicaron sus dificultades y le pidieron permiso para trasladar sus monasterios en sitios más apropiados. San Benito los recibió con dulzura, y aquella misma noche, llevando consigo a Plácido, que era un joven muy santo, subió a la cima de la montaña donde permaneció por mucho tiempo en oración.   Al terminar sus oraciones colocó allí tres piedras para marcar el sitio en que hiciera oración y regresó luego a su monasterio.
Volvieron a él nuevamente los monjes con su petición.  Les invitó entonces a que fueran al lugar en donde encontraría las tres piedras que él había amontonado y que una vez allí escarbaran un poco.  “Porque, -decía él- Dios Todopoderoso puede hacer brotar agua hasta en la cima de esa montaña.”   Fueron los monjes al lugar y encontraron que la roca ya estaba húmeda.   Cavaron un poco e inmediatamente se llenó el hoyo de agua que al cabo salía tan abundante que, al decir de San Gregorio “aún hoy día fluye en gran cantidad y es llevada por medio de canales a las partes bajas de la montaña.”  (Diálogos, cap 5)
“Reza con Frecuencia” (Regla, Cap. 4)
Ten esto por cierto, que si somos puros de corazón y derramamos lágrimas de contrición nuestros ruegos llegarán hasta el Señor.  Por esta razón, dice San Benito, que nuestras oraciones deben ser cortas y puras, a menos que la Gracia Divina nos inspire a hacerlas más largas.
La oración constante de un hombre justo es de mucho provecho.  Es la oración el motivo central de la vida cristiana.  Dice Nuestro Señor, “pedid y recibiréis.”     ¿Osaremos desdeñar este mandato? ¿Acaso no lleva el mismo consigo una promesa que debe impulsarnos a no desdeñarlo? ¿Muchas son las cosas que necesitamos tanto para el alma como para el cuerpo; nos es necesaria la gracia de Dios todos los días para que nos ayude a vencer el pecado y confirmarnos en la virtud. Nuestro Señor dice, “Pedid.” Pidamos, pues, y pidamos con frecuencia, todo cuanto necesitemos para nosotros y para nuestros amigos y seres queridos.
     
ANTIFONA
Bendito el hombre que confía en el Señor; el Señor será su confianza.
ORACION FINAL
Oh Señor Jesucristo, maestro y modelo de la verdadera oración, que abundantemente llenaste a San Benito de este mismo espíritu de oración, concédenos, Te imploramos, que siguiendo sus enseñanzas y ejemplos elevemos siempre humildemente nuestras súplicas a Ti con pureza de corazón y lágrimas de contrición.   Amén.

DIA CUARTO
Pureza
“No queráis amar al mundo, ni las cosas mundanas, porque todo lo que hay en el mundo, es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida: lo cual no nace del Padre.   El mundo pasa, y pasa también con él su concupiscencia.   Más el que hace la voluntad de Dios permanece eternamente” (1 Juan, II, 15).  Lleno de la  sabiduría de Dios, San Benito huyó de Roma para permanecer fuera de los peligros del mundo.   Pero hasta en la soledad de Subiaco se sentía atacado por la tentación.
“Era una tentación –dice San Gregorio Magno que cualquiera otra hubiera él experimentado.  El espíritu del mal le trajo ante la mente la imagen de alguien  quien había visto en tiempos pasados, y tanto se encendió el alma del siervo de Dios con esta visión que apenas podía contener en el pecho el fuego de su amor, y subyugado por la tentación estuvo casi a punto de abandonar su soledad.   Entonces, de improviso, fue tocado con la gracia divina y volvió en sí, y observando cerca de él una espesa maraña de ortigas  y zarzas, despojándose de su hábito se tiró desnudo entre las espinas y punzantes ortigas en donde permaneció dando vueltas de un lado para otro durante largo rato, saliendo al fin con todo el cuerpo destrozado y herido.    Pero con las heridas de su cuerpo había curado la herida de la mente; había convertido su placer en pena.  Todo su cuerpo ardía con las punzadas de su castigo, pero había sofocado el fuego ilícito que interiormente lo abrazaba, y en este intercambio había conquistado el pecado. Porque desde ese momento en adelante, como luego le dijo a sus discípulos, la tentación impura quedó tan vencida en él que jamás experimentó otra  nuevamente.  Muchos empezaron entonces a abandonar el mundo  y se apresuraron a someterse a su Regla. Porque estando en realidad libre de tentación, se había convertido por derecho propio en maestro de la virtud”.   (Diálogos, cap.2)
“Ama la castidad: no realices los deseos de la carne.” (Regla, Cap.  4)
El quinto grado de humildad, nos dice San Benito, consiste en que uno debe confesar humildemente a su padre espiritual todos los malos pensamientos que se le vengan a la mente, o todas las malas acciones que secretamente cometa.   Porque las Escrituras nos exhortan a ello, diciendo: “Confiesa tus acciones al Señor y confía en El.”  (Comp. Regla, cap. 7)
Somos del templo del  Espíritu Santo.   Nuestro cuerpo y nuestra mente son recipientes sagrados, sagrados para el Señor porque han sido santificados con Su propio Cuerpo y Su propia Sangre.   No debemos, pues, mancharlos con el pecado.   No podemos tolerar ninguna mancha de impureza que acompañe la reluciente pureza de la morada de Dios.   “Bienaventurados los que tienen puro su corazón, porque ellos verán a Dios.”   (Mateo v, 8)
ANTIFONA
Hubo un hombre de vida vulnerable, Benito (que significa bendito), tanto por la gracia como por el nombre; que aún siendo niño era de corazón sabio como un hombre, porque como tal pasó su vida sin entregar su mente a los placeres sensuales.
ORACION FINAL
Oh Señor Jesucristo, amante de la pureza y dador de toda santidad, que le permitiste a San Benito por el dolor que le produjeron las zarzas espinosas, vencer la tentación de la carne, te imploramos humildemente que también nosotros, al conservar nuestro cuerpo y nuestra alma en toda su pureza de la vida, podamos  aprender a rechazar los deseos malignos y echar de nosotros los malos pensamientos con presteza y determinación.   Amén.

DIA QUINTO
Obediencia

“Cierto día sucedió que, estando el venerable Benito en su celda, fue el joven Plácido, uno de los monjes del santo en busca de agua, y al hundir con cierto descuido la vasija para llenarla, perdió el equilibrio y se cayó al agua.   La corriente lo atrapó y al punto lo sacó como una flecha de la orilla.   Pero aunque San Benito estaba en su celda, supo inmediatamente lo que sucedía y llamando rápidamente a Mauro, le dijo: “Corre, hermano Mauro, porque el muchacho que fue por el agua se ha caído al lago y la corriente se lo está llevando.”
Entonces sucedió un milagro que no se había repetido desde que Pedro caminó sobre las aguas para reunirse con el Señor, porque Mauro, después de pedir y obtener la bendición de San Benito, corrió a toda prisa para  llenar su cometido, y creyendo que corría en tierra firme, no se paró hasta que alcanzó a Plácido y tomándolo por los cabellos, regresó con él rápidamente.   Cuando alcanzó la tierra firme, volviendo en sí, miró hacia atrás y se dio cuenta de que había corrido por sobre el agua, y se llenó de temor y pasmo, por lo ocurrido.   Por eso regresó al Santo Padre y se lo contó todo.
San Benito atribuyó el milagro, no a sus propios méritos, sino a la obediencia de su discípulo.  Mauro, por el contrario, afirmaba que todo había sucedido por orden de San Benito y que de ningún modo sus méritos habían sido la causa de una obra milagrosa que él había realizado inconscientemente. Mientras se desarrollaba esta amigable disputa, el propio muchacho, Plácido, intervino y decidió el asunto diciendo: “Cuando fui sacado del agua pude ver la capa del Abad sobre mi cabeza, y creí que era él quien me sacaba.”  (Diálogos, cap 7.)
            “Obedece a Dios:   obedece a tus Superiores” (Regla, Cap.  4)
El primer grado de humildad, nos dice San Benito, es la inmediata obediencia.   Esto es propio de los que aprecian a Cristo por sobre todas las cosas.  Tan pronto como un superior les ordena hacer algo, lo ejecutan sin tardanza. “El que os escucha a vosotros, me escucha a Mí.”   (Lucas, X, 16).
El espíritu de Nuestro Señor es espíritu de obediencia.  “He descendido del Cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de Aquel que me ha enviado.” (Juan, VI, 38). Nosotros también debemos tener, pues, este espíritu de obediencia.   Sólo algunos de nosotros  tenemos superiores a quienes debemos demostrar este espíritu de obediencia  a Jesús y a su Iglesia, obediencia a Sus leyes, y obediencia también a Sus aspiraciones.   “El hombre obediente –dicen las Sagradas Escrituras- cantará la victoria.”  (Prov. XXI, 28).
ANTIFONA
Oye, hijo mío, los preceptos de tu maestro y vuelve a El tu atento corazón; acepta gustoso la admonición de tu amante padre y cúmplela cabalmente.
ORACION FINAL
Oh Señor Jesucristo, que por la salvación del mundo fuiste obediente hasta la muerte, llenarnos del mismo espíritu, de suerte que, siguiendo las enseñanzas de San Benito, aprendamos no a hacer nuestra propia voluntad, sino a realizar todo lo que nos confía sin pereza ni murmuraciones, sino fervorosamente y con la diligencia propia  de un santo temor de Dios.   Amén.
DIA SEXTO
Pobreza
Todos saben con qué amor se desposó San Francisco de  Asís con “La Pobreza” e hizo de este voto la piedra fundamental de la Orden Franciscana. Pero setecientos años antes que San Francisco, ya había Benito hecho de la pobreza uno de los principios elementales de vida de cualquier persona que siguiera a Nuestro Señor.   El propio San Benito despreció las riquezas y la posición que pudo disfrutar con el fin de servir a Cristo con mayor fidelidad.   Prefirió él, como dice San Gregorio, trabajar por Dios más bien que ser honrado con los favores de este mundo, y miró las riquezas mundanas como vanidad y muerte.
San Benito insistió en que sus monjes trabajaran.  “La ociosidad”, dice, “es el enemigo del alma”.  Y por eso prescribió ciertas horas para dedicarlas al trabajo.   “Es propio”, dice “que vivamos de nuestro trabajo como lo hicieron nuestros padres y los santos Apóstoles.”  Después de la oración, San Benito prescribió el trabajo como el mejor medio para la propia santificación.  Tan fielmente se ha seguido este consejo que la frase “Ora et labora” (ora y trabaja) se ha hecho la divisa de la gran Orden Benedictina.
En cierta ocasión, nos cuenta San Gregorio, se experimentó en Campania tal escasez de alimentos que llegó el momento en que el monasterio de San Benito se quedó sin maíz.  “Se había consumido todo el pan a tal extremo que, a la hora de la comida, sólo se encontraron cinco hoganzas.  Vio el Santo la pesadumbre que esto les causó a los monjes, y luego de increparlos suavemente por falta de valor, trató de infundirles ánimo con una promesa. “¿Por qué se entristece tanto vuestro corazón por falta de pan”, les dijo, “Hoy hay muy poco, es cierto, pero mañana tendréis en abundancia”.  Y al día siguiente encontraron a la puerta del monasterio por medios desconocidos.   Al ver esto, los hermanos dieron gracias a Dios, y aprendieron la lección de que no deben dudar de que aún en tiempo de necesidad, siempre hay suficiente.”  (Diálogos, Cap. 7.)
               “Buscad primero el reino de Dios y Su Justicia”. (Regla, Cap. 5,2)
Oh, Jesús pobrísimo, por amor a Tu nombre, yo te imploro que me concedas este privilegio. Te suplico me enriquezcas con este tesoro: que a mí y a mis discípulos nos sea posible conservarnos por siempre bajo el cielo sin bienes de  nuestra propiedad.  (Oración de San Francisco de Asís).  “Sobre todo que cortemos este vicio de raíz, que alguien presuma  dar o recibir algo sin la orden del Abad, o tener algo de su propiedad, cualquier cosa que fuere. Que todas las cosas sean comunes a todos.”   (Regla de San Benito. Cap. 33).Bienaventurados los pobres de espíritu, dijo Nuestro Señor.  Nada importa, puyes, que tengamos poco o mucho, siempre que seamos pobres de espíritu.   San Benito no exigía que en sus monasterios fueron pobres, pero no les permitía a sus monjes poseer nada de su propiedad. Si somos pobres debemos tener gran confianza en la Providencia de Dios.  Si tenemos riquezas, debemos usarlas para beneficio de Dios y de nuestro prójimo, ni para satisfacer deseos y placeres mundanos.  “Atesorad más bien para vosotros tesoros en el cielo.”   (Mateo. VI, 20)   convertíos en millonarios espirituales.

ANTIFONA

Fue determinación de Benito, el hombre de Dios, dar cuanto poseía en la tierra, para poder tenerlo todo en el cielo.
ORACION FINAL
Oh, Señor Jesucristo, que hiciste de San Benito un verdadero discípulo de Tu pobreza, concédenos por su intercesión que siempre usemos los bienes temporales para beneficio tan sólo de nuestras almas.   Amén.
DIA SEPTIMO
Contrición
San Gregorio nos relata que  “durante la invasión de los Godos, Titila, su rey, habiéndose enterado de que el Santo varón Benito poseía el espíritu o don de la profecía, emprendió la marcha hacia el monasterio en donde vivía el Santo.
Titila que era muy dado a la superchería, decidió determinar si el hombre de Dios poseía en realidad el don de la profecía.   Con este propósito atavió a uno de sus hombres, de nombre Riggo, con su ropaje real, le dio sus propios zapatos y sus ayudantes y lo envió a ver el Santo.   San Benito, sin embargo, cuando alcanzó a verlo exclamó: “Despójate, hijo, despójate de esas ropas, no son tuyas.”  Riggo lleno de temor al pensar que había tratado de de engañar a tan grande hombre, se postró ante él;  y todos los que con el habían venido fueron igualmente impresionados y se arrojaron a la tierra. Al levantarse no osaron acercarse a Benito, sino que volviéndose a su rey le explicaron llenos de consternación con qué rapidez habían sido descubiertos.
Entonces decidió Titila ir en persona a donde estaba el hombre de Dios; y, viéndolo sentado cuando aún se encontraba a alguna distancia de él, sin aventurarse a acercarse, permaneció postrado en tierra.   Tres veces le intimó el Santo para que se pusiera de pie.   Pero Titila no osó levantarse en su presencia.   En vista de lo cual se dignó el siervo de Jesucristo acercarse al humillado rey, lo levantó de la tierra, y reprochándole sus acciones, le dijo en pocas palabras todo lo que habría de sucederle.   “Estás cometiendo muchas  perversidades” le dijo, “has realizado muchas iniquidades: refrena al fin tus infamias, porque aunque habrás de entrar a Roma, y cruzar los mares, y reinar durante nueve años, al décimo irremisiblemente morirás.” Al oír el rey estas palabras, quedó aterrorizado y, solicitando las oraciones del santo, partió.   Desde ese momento Titila menos cruel.   Al poco tiempo entró en Roma, y desde allí a Sicilia.   Durante el décimo año de su reinado perdió, por juicio de Dios Todopoderoso, su reino y la vida”.  (Diag.cap. 14 y 15).
“Confiesa todos los días a Dios por medio de la oración todos  tus pecados con lágrimas y suspiros.” (Regla, Cap.  4)
“El publicano, por el contrario, puesto allá lejos, ni aún los ojos osaba levantar del suelo, sino que se daba golpes de pecho, diciendo; Dios mío, ten misericordia de mí, que soy un pecador.”  (Lucas XVIII, 13)
El dolor de corazón es el espíritu de la contrición, el arrepentimiento de nuestros pecados realmente sentido. No significa tristeza o desaliento, o desesperación, sino la clara apreciación de nuestra perversidad y fragilidad y nuestra dependencia de Dios, que nos hace ser humildes y pacientes y vigilantes.   El espíritu de compunción ha sido siempre el sello de los Santos. San Benito no sólo nos lo enseñaba sino que era un ejemplo vivo de él. La compunción es excelente salvaguardia contra el pecado y nos conquista muchas gracias.   Por lo tanto, debemos pugnar por experimentarla. La confesión frecuentemente y el examen diario de conciencia son medios seguros e indudables para obtenerla.

ANTIFONA
Benito hacía volver el corazón de los hombres hacia el Señor, y en días de corrupción fortalecía él la religión.
ORACION FINAL
Oh Seños Jesucristo, que jamás has despreciado a ningún corazón contrito y humilde, y que fervientemente nos has enseñado a cultivar este mismo espíritu de penitencia y compunción por medio de la palabra de San Benito, concédenos que sintiendo, siempre pesadumbre por nuestros pecados y conscientes de nuestras flaquezas, podamos depositar toda nuestra esperanza y confianza en Ti. Amén.

DIA OCTAVO
Humildad
Santa Escolástica era hermana gemela de San Benito.   Relata San Gregorio esta simpática anécdota acerca de ellos. “Escolástica era la hermana del venerable Padre Benito. Se había ella consagrado a Dios Todopoderoso desde la infancia misma, y acostumbraba visitar a su hermano una vez al año. Legó en cierta ocasión el día de la acostumbrada visita, y bajó su venerable hermano con algunos de sus monjes a recibirla en una casa que pertenecía al monasterio y que no quedaba muy lejos de la puerta de éste.
Ese día lo pasaron en alabanzas a Dios y en conversaciones santas; y al caer la noche tomaron su cena juntos.   Mientras estaban en la mesa y se iba haciendo tarde, la santa mujer le habló así a su hermano: “Te suplico que te quedes la noche conmigo para que hablemos hasta la mañana sobre los placeres del cielo.”   A lo que él le replicó: “Hermana, que estás diciendo?  Por ningún motivo puedo quedarme fuera del monasterio”.   La tarde estaba clara que no se veía una nube en el cielo.   Por eso, cuando oyó Escolástica la negativa de su hermano, juntó las manos y recostándolas sobre la mesa, hundió en ellas la cara e invocó al señor Todopoderoso.   Tan pronto levantó la cabeza de la mesa, se formó una tormenta tan grande de truenos y relámpagos y torrentes de lluvia que ni el venerable Benito ni los hermanos que lo acompañaban pudieron poner un pie fuera del lugar.
Entonces el santo varón, viendo que era imposible llegar con ese tiempo al monasterio, se entristeció y dijo quejumbrosamente: “¿Qué has hecho,  hermana ¿Qué Dios Todopoderoso te perdone!”.  Pero ella replicó: “Te pedí un favor y no quisiste oírme: vuélvete ahora al monasterio si te es posible”.   Pero no estaba en su poder abandonar el albergue; de modo que quien no quiso quedarse de buen grado, tuvo que permanecer contra sus deseos.   Y sucedió que pasaron todo el día y la noche sin dormir, divirtiéndose el uno al otro discutiendo los misterios de la vida espiritual.”  (Diálogos, cap. 2.)

“No seas orgulloso; evita la vanagloria”. (Regla, Cap.  4).
“Hermanos, si queremos alcanzar aprisa la altura a la cual nos remontamos por humildad de esta vía, debemos hacer nuestras acciones en sus distintos grados, una escala, como la que se le apareció a Jacob mientras dormía, y en la cual pudo ver a los ángeles que ascendían y descendían”.  (Regla, cap.  7).
Santa Escolástica nos demuestra fielmente el poder de la oración cuando ésta brota de un corazón humilde.  La humildad es la tierra en donde todas las demás virtudes de la vida cristiana se arraigan, retoñan y florecen. Sin humildad no puede haber virtud verdadera.  “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”, dice Nuestro Señor. (Mateo XI, 29). Que sean también, pues, la humildad, la bondad, la dulzura y la cortesía cristianas, las marcas distintas de vuestra vida.
ANTIFONA
Benito, pobre y humilde, entra rico al cielo: es honrado con himnos celestiales.

ORACION FINAL
Oh, Señor Jesucristo, que has dicho:  Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y has hecho a San Benito un excelente maestro de esa misma humildad, concédenos el auxilio de tu gracia para que evitando la vanagloria y buscando la verdadera humildad, alcancemos pronto el amor perfecto que arroja de nosotros todos los temores.  Amén.

DIA NOVENO
Una Muerte Feliz

Así escribió San Gregorio acerca de la muerte de San Benito: “El mismo año en que debía abandonar esta vida le anunció el día de su muerte a algunos de los discípulos que estaban con él,  y también a algunos que estaban a gran distancia  de él.   Les dijo a sus compañeros que guardaran en secreto lo que de él habían oído, y a los que se encontraban ausentes les reveló la señal que les indicaría el momento en que su alma abandonaría su cuerpo.
Cinco días antes de su muerte, dio órdenes para que se cavara su fosa.   Pronto se apoderó de él la enfermedad y empezó a consumirse con una fiebre abrasadora.   Su enfermedad empeoraba de día en día, de modo  que al quinto día hizo que sus discípulos lo llevaran a la iglesia, y allí se fortaleció recibiendo el Cuerpo y la Sangre del Señor.  Entonces, sostenido su débil cuerpo por sus discípulos, con las manos levantadas al cielo, se sostuvo hasta que exhaló el último suspiro con palabras de oración.
Ese mismo día tuvieron igual visión dos de sus hermanos, uno de los cuales estaba en su celda y el otro a mayor distancia.   Vieron ellos un camino cubiertote ricas colgaduras y alumbrado con innumerables lámparas, el cual se extendía desde el monasterio por su lado oriental hasta llegar al cielo. Y en él se encontraba de pie un hombre de noble semblante y aspecto venerable, el cual les preguntó de quién era el camino que ellos veían.   Por su parte dijeron ellos que no sabían, a lo que el desconocido replicó: “   Este es el camino por el cual Benito, amado de Dios, ascendió a los cielos “.   Y así se enteraron estos hombres puros de la muerte de un Santo, porque ellos vieron la señal que él les había dado de antemano.
El Santo fue sepultado en la Iglesia de San Juan Bautista que él había edificado en Monte Casino.   Y aun hoy día, si se le pide con fe, hace muchos milagros, no aquí únicamente, sino también en la nueva de Subiaco, que fue su primera vivienda.”  (Diálogos, cap. 37)

“Pon la muerte todos los días ante tus ojos y desea la vida eterna con vehemencia espiritual.” (Regla, Cap. 4)
El fin corona la obra.   Una  muerte feliz es el deseo y la esperanza de todo buen cristiano.    Debemos ser como peregrinos cuya vista está por siempre fija en la patria celestial.   San Benito no tan sólo nos invita nos invita  a recordar la muerte, sino también a  desear la vida eterna con vehemencia ferviente y sincera.   El no fue jamás infiel a sus propias enseñanzas y, por lo tanto, Dios le concedió una muerte que a pocos les fue concedida.
La mejor garantía de tener una muerte parecida a la de San Benito es siguiendo una vida como la de él, fortificada por la recepción frecuente y valiosa de la Sagrada Comunión.    Nuestro Señor nos ha prometido; “Quien come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el último día”.  (Juan VI, 55.)    El Pan de los Ángeles nos da la fortaleza que necesitamos para vivir una vida angélica aquí en la tierra, y la certeza y seguridad de vivir con los ángeles e Dios en el cielo.

ANTIFONA
Estando de pie en el oratorio, Benito, amado del señor, entregó su alma con palabras de oración.

ORACION FINAL
Oh Señor Jesucristo, que nos has invitado a vigilar y a orar por nuestra vida, concédenos que pongamos la muerte todos los días ante nuestros ojos y deseemos la vida eterna con vehemencia espiritual, de modo que en la hora de la muerte, al igual que nuestro Padre San Benito, fortificados de Vuestro Cuerpo y Sangre, merezcamos entregar nuestra alma con palabras de oración.   Amén.




LETANíAS EN HONOR DE SAN BENITO
            


Santísima Trinidad, que eres un solo Dios, Señor ten piedad de nosotros.
Jesucristo, ten piedad de nosotros. Señor ten piedad de nosotros.
Jesucristo, óyenos.
Jesucristo, escúchanos.
Dios, Padre Celestial,  *
Dios Hijo Redentor del mundo,  *
Dios, Espíritu Santo,   *
Santísima Trinidad, que eres un solo Dios,   *

Santa María, ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios,   **
Santa Virgen de las Vírgenes, **

San Benito, Padre Santo, **
Oh gran Padre, **
Padre benignísimo,  **
Padre castísimo,   **
Padre de gran renombre,  **
     Padre digno de alabanza,  **
Padre invencible,  **
Padre compasivo,  **
Seguidor de Cristo,  **
Fiel ministro de Dios,  **
Amante de la soledad,  **
Amante de la Cruz**
Amante de la castidad,  **
Amante de todas las virtudes,  **
Soldado valeroso de Cristo   **
Fiel ministro de Dios,  **
Amante a la soledad,  **
Amante a la Cruz**
Amante a la castidad,  **
Amante de todas las virtudes,  **
Soldado valeroso de Cristo  **
Guía en los angostos caminos,  **
Fundador de monasterios,  **
Propagador de la fe cristiana,  **
Iluminador del mundo católico,  **
Consolador de los afligidos,  **
Bondadoso amante del prójimo,  **
Bendito por la gracia y por el nombre,  **
Despreciador del mundo,  **
Vencedor de las tentaciones,  **
Terror de los demonios,  **

Sénos propicio, perdónanos, Señor.
Sénos propicio; óyenos Señor.
De todo mal, líbranos, Señor.
De la desobediencia a Tus mandamientos,  ***
De las asechanzas del demonio, ***
Por la vida santa de  San Benito,  ***
Por su estricta pobreza,  ***
Por su ardiente amor,  ***
Por sus santos ayunos, ***
Por su maravillosa abstinencia,  ***
Por su profunda humildad y ejemplar mansedumbre,  ***
Por su portentosa muerte,   ***
Por sus grandes méritos e intercesión poderosa,  ***

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Ten piedad de nosotros.

 

V.      Oh Padre bendito, San Benito, intercede por nosotros,
R.      Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
  *        Ten piedad de nosotros.
 **       Ruega por nosotros.
***      Líbranos, Señor.
OREMOS
Oh Dios, que adornaste a Tu confesor, nuestro bendito Padre San Benito, con una vida loable en la tierra y lo exaltaste a la gloria eterna en el cielo, concédenos, te suplicamos, que por sus méritos sea para Ti agradable nuestra vida. Por Jesucristo Nuestro Señor.   Amén.
PROMESAS EXTRAORDINARIAS
Un día, mientras se encontraba el Santo Abad Benito arrobado (extasiado), en la más profunda contemplación, se le apareció un ángel que le dijo: “Pídele a Dios Todopoderoso tu más ardiente deseo y te lo concederá”.   En su humildad no supo que San Benito que contestar a este gentilísimo ofrecimiento y permaneció silencioso.  Entonces el ángel le manifestó  que traía de Dios Todopoderoso, cinco favores que eran cinco privilegios especiales para toda su Orden, a saber:

1.        La Orden existirá hasta la consumación de los siglos.

2.        Prestará grandes servicios a la Iglesia y cuando llegue el fin del
           mundo confortará a los elegidos y confirmará a muchos en la fe.

3.        Nadie morirá en la Orden sin tener su salvación asegurada.

4.        Quienquiera que persiguiera a esta Orden y no se arrepintiere,
           tendrá mal fin y sus días estarán contados.

5.        Dios Todopoderoso concederá favores especiales a los amigos y
           protectores de la Orden, será misericordioso con ellos, y les dará una
           buena muerte.

(Estas promesas extraordinarias están anotadas en el libro  “Lingnum vitae”, de Arnold de Wion.  Roma, 1595)